Crisis: dos caminos y un destino
El Fondo Monetario Internacional ha lanzado un mensaje de pesimismo sobre las expectativas de crecimiento económico para el próximo año. Ha aplaudido las medidas de recortes sociales para contener el déficit, pero a su vez, ha advertido de un imparable crecimiento de éste si no se radicalizan los recortes. El mensaje es claro: más austeridad. Sin embargo, ese camino y el opuesto -más estímulo público- llevan a un mismo destino: al fracaso de la política, y de los políticos que indistintamente apuestan por una u otra vía.
En el gigantesco experimento global ya en marcha para contener la crisis, EEUU y Europa han tomado dos direcciones opuestas. Mientras Obama ha disparado el gasto público para estimular la economía, Europa ha lanzado drásticos programas de austeridad para contener el gasto y tener bajo control el agobiante déficit. El tiempo dirá cuál de las dos estrategias es más eficaz. Pero tanto la opción del estímulo -inspirada en John Maynard Keynes, que defendía un gran gasto público en tiempos de deterioro para mantener la economía a flote mientras los mercados se estabilizaban- como la opción de la austeridad -una aproximación al problema en la línea defendida por Milton Friedman y su escuela de Chicago, más neoliberal y pro mercado libre- llevan a un mismo destino: la gente no las aprueba y castiga a sus responsables por igual. Los rating de aprobación caen en picado, así como los resultados electorales. Obama lo vio anteayer, y Zapatero, Merkel, Sarkozy, etc. lo ven a la vuelta de la esquina.
El déficit no tendrá solución a corto plazo, y seguirá desviando una gran parte del dinero público hacia el pago de los intereses. La falta de liquidez será de largo alcance, en un contexto de decadencia y población cada vez mayor. Y habrá que tomar decisiones difíciles y medidas sin duda impopulares. También en las instituciones más cercanas, como los ayuntamientos vascos. Hoy en día no parece que nadie pueda dictar una solución ni presentar una propuesta épica para la salvación. No podemos decidir qué ocurrirá en el futuro, pero sí con qué actitud afrontarlo.