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Eszenak

Con la familia hemos topado

Josu MONTERO Escritor y crítico

Si hay una institución en cuyo seno anidan los monstruos más terribles, ésa es, sin duda, la intocable familia; sea ésta del tipo que sea, de la más patriarcal a la más heterodoxa. Coinciden estos días en nuestros teatros una buena muestra de esos horrores familiares de los que tuvimos un anticipo el domingo pasado en el Barakaldo Antzokia, con la visión iconoclasta e irónica del Bergmann de «Escenas de un matrimonio». La boca cosida de la muñeca que aparece en el cartel de la enésima versión de «Casa de muñecas» que nos visita -ayer y hoy en el Arriaga- es bien significativa por más que Nora cerrara el drama de Ibsen con el portazo más célebre de la historia del teatro; décadas más tarde Elfriede Jelineck se encargaría de certificar en qué había quedado la furia liberadora de la mujer de Torbaldo. Otra tragedia griega -familiar por tanto- llena de descubrimientos y revelaciones es la que escribió Arthur Miller bajo el clarificador título de «Todos eran mis hijos» -ayer y hoy en el Principal de Gasteiz-. El gran Carlos Hipólito se mete en la piel del antihéroe Joe Keller, un hombre de pocos escrúpulos que ha hecho el negocio de su vida y levantado la fortuna familiar a costa del dolor y la muerte de otros en la II Gran Guerra; entre ellos uno de sus dos hijos. Culpa, coartadas morales, furia y estrepitosa caída a las que el director argentino Claudio Tolcachir ha inyectado su ritmo vigoroso y veloz lleno de frases pisadas y diálogos simultáneos. Mañana en el mismo escenario y dentro también del Festival de Teatro de Gasteiz, Tolcachir, esta vez con los actores argentinos de su compañía Timbre Cuatro, nos ofrece «Tercer cuerpo», otra inquietante pieza en la línea de su exitosa «La omisión de la familia Colemann», modelo de familia desestructurada y disfuncional donde las haya. Más turbios y oscuros son los lazos familiares que unen a los personajes de «Del maravilloso mundo de los animales: los corderos», desasosegante pieza escrita en 1992 por el también argentino Daniel Veronese que la compañía Histrión Teatro ha traído al BAD.

Y en el Festival de Teatro de Santurtzi podemos gozar mañana de otra familia que se las trae. Thomas Bernhard escribió «Ritter, Dene, Voss» en 1984 y esta es la primera vez que se representa en castellano, aunque hace ya unos cuantos años la publicó la incombustible editorial Hiru, de la añorada Eva Forest. En esta ocasión, el barcelonés Teatre Romea ha optado por titularla «Almuerzo en casa de los Wittgenstein». Bernhard puso a la obra el nombre de los actores que la estrenaron, a los que hasta tal punto admiraba. Dos hermanas, actrices además, aguardan el regreso del hermano recién liberado del manicomio; cada una de ellas intentará ganarle para su causa. La mayor es la guardiana del escrupuloso orden familiar; a pesar de su abulia mortal, la pequeña querría demoler la asfixiante vetustez de la herencia de la familia. Quien va a dinamitar finalmente esa ficción de felicidad es el insoportable y lúcido hermano. El humor esperpéntico del dramaturgo austriaco es aquí fulminante, mortal; casi tres clowns crueles dando y recibiendo tortazos: Carmen Machi, Angels Bassas y Mingo Ráfols. Bernhard les apellidó Worringer pero, en efecto, la familia Wittgenstein fue su fuente de inspiración; el hermano, una mezcla de Ludwig -el gran filósofo vienés- y de su sobrino loco Paul, gran amigo además del dramaturgo y en el que también se basó para escribir su novela «El sobrino de Wittgenstein».

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