Raimundo Fitero
Paralelo 38
La mitad del siglo XX estuvo marcada por la famosa Guerra de Corea. La filmografía propagandística durante la guerra fríala convirtió casi en un género, y si tuviera tiempo y/o espacio les contaría media docena de chistes al respecto. Pero lo que nos transmiten los noticiarios televisivos no tiene demasiada gracia, ni la situación está para rememorar chistes. Con todas las reservas que deben colocarse ante una fuente única de información, lo de las dos Coreas es un conflicto que puede contribuir todavía más a la desestabilización que entre el señor Mercado y el señor Miedo están provocando en el globo. Un foco de conflicto armado a tiro de piedra de China puede servir para frenar el desarrollo imperialista del gigante chino y su capitalismo social.
El Paralelo 38 es la línea que divide a ambos países, y es ahí donde se han producido algunas de las batallas, y que las escaramuzas actuales parecen que van creciendo, al menos en cuanto a violencia verbal, a amenazas y a propaganda. Pero nadie puede asegurar que todo acabará sin más por el miedo mutuo. Ni nadie puede ser tan incongruente como resumir el problema a una veleidad neurótica de los actuales dirigentes norcoreanos, a los que un colaborador de una radio pública califica con horror enfatizado como «monarquía comunista», como si el oximoron fuese mayor que decir «monarquía constitucionalista». Sin intervención de nadie más que la ginecología se suceden los titulares. Lo único que sucede es que Corea del Norte tiene armas nucleares, y ahí la cosa ya no es para hacer muchas bromas. Y tiene frontera con China, con lo que una invasión es bastante más que improbable.
En otro paralelo se encuentra Haití, pero la situación es apocalíptica, porque el cólera se está llevando a su población de una manera inmisericorde, con la profusión de lágrimas de cocodrilo de la comunidad internacional que manda tiritas. Haití es el fracaso de todo un sistema mundial. La constatación de todas las injusticias, el campo de experimentación de todas las maldades que los seres humanos puede llegar a provocar y consentir, el monumento a la irresponsabilidad cómplice de todos.