Se consuma la farsa electoral afgana en pleno debacle de la ocupación
El Gobierno afgano cerró el telón abierto el 18 de setiembre. La farsa electoral, sin parangón, no entrará en los anales de la historia de la democracia. Y es que, ahora mismo, las prioridades son otras. La principal, salir de un atolladero cada vez más estrecho. El propio Pentágono reconoce que los ataques contra la ocupación se han incrementado en un 300%. Y que los talibanes controlan cada vez más territorio.
GARA
El Gobierno de Kabul proclamó ayer los resultados definitivos de las legislativas del 18 de setiembre, más de dos meses después de unos comicios marcados por fraudes masivos y que han obligado a un proceso de recuento en el que se han anulado un cuarto de los 5,6 millones de votos votos y ha culminado con la invalidación de 24 de los candidatos elegidos.
«Pese a todos los obstáculos, la nación afgana ha triunfado», señaló Fazil Ahmad Manawi, jefe de la Comisión Electoral (IEC), la misma comisión cuyo portavoz, junto con el de la Comisión de Quejas (ECC), ha sido destituido por el fiscal general, Mohammad Eshaq Aloko.
Aloko aseguró ayer mismo que tiene pruebas de que «las decisiones sobre el destino de algunos candidatos se han tomado en el mercado de cambio de dinero en Dubai y Kabul».
Un centenar largo de candidatos dados como perdedores o invalidados se manifestaron en el centro de la capital, Kabul, para protestar por lo que consideran un fraude en toda regla. Se dirigieron, vigilados por policías antidisturbios, al Palacio Presidencial.
Los señores de la guerra
Proscritos los principales partidos políticos del país (desde los islamistas hasta los comunistas), la nueva Asamblea seguirá dominada por los señores de la guerra y los jefes tribales.
Los resultados preliminares tras los comicios de setiembre ya dieron cuenta de una pérdida de peso relativo en el Parlamento de los pastunes, el mayor grupo étnico y al que pertenecen tanto el presidente, Hamid Karzai, como los talibanes.
Portavoces pastunes justificaron esa derrota parcial por las amenazas y el boicot de los talibanes, que invalidó de hecho las elecciones en sus feudos del sur y del este del país.
Problemas de representación
El entorno de Karzai ya advirtió de que la menor representación de la mayoría pastún supondría problemas en el futuro. Quizás por ello, y habida cuenta de que no hay mejor manera de alimentar una farsa que con otra farsa, la Comisión Electoral anunció ayer la suspensión de la proclamación de los resultados en una de las 34 provincias del país, la oriental Ghazni -casualmente poblada mayoritariamente por esa etnia-, lo que debería forzar a repetir la elección.
No obstante, ayer se rumoreaba en Kabul que tanto la Comisión Electoral como el propio Karzai defienden la designación directa de los once escaños correspondientes a esa provincia.
Aparte de Ghazni, bastión de los talibanes y del proscrito señor de la guerra Gulbuddin Hekmatyar -líder de la formación islamista Hizb-i-Islami-, ningún candidato de etnia pastún ha sido el más votado en ninguna provincia.
Con todo, el Parlamento entrante seguirá teniendo escaso peso, a tenor de un reparto del poder decidido por las tropas ocupantes y que concentra la mayor parte de la competencias en manos del presidente.
Karzai, representante en Afganistán de la multinacional estadounidense Unocal, fue instalado en el Palacio Presidencial de Kabul con motivo de la invasión del país, en 2001 y cuenta con el sostén de los 15.000 soldados extranjeros presentes en el país.
Fue ratificado en el cargo en 2009 tras unos comicios presidenciales igualmente marcados por fraudes masivos, denunciados por su principal rival y líder de la etnia minoritaria tayika, Abdullah Abdullah.
Este último, que se retiró entonces de la lid antes de la segunda vuelta, aseguró ayer que al menos 90 de sus candidatos habrían logrado escaño en las elecciones de setiembre pasado, lo que supondría casi un tercio de los 249 asientos de la Asamblea Nacional. Abdullah prometió que «presionará» desde esas bancadas al Gobierno para que lleve a cabo «cambios positivos» en su labor política.
La embajada estadounidense en Kabul saludó los resultados «pese a las irregularidades y los fraudes detectados». La ONU saludó «con fuerza la certificación de los resultados finales».
Occidente abrigó la esperanza de que estos comicios supusieran un nuevo punto de partida en un país marcado por las acusaciones de corrupción. Nada más lejos de la realidad. Si ya la escasa participación -un escaso 40%- no presagiaba nada bueno, la constatación de que hemos asistido a un simple y gigantesco fraude deja en pésimo lugar a unas fuerzas ocupantes presionadas por sus respectivas opiniones públicas para que aceleren su retirada, cuyo inicio se anuncia para mediados del año próximo.
La situación, a peor
En su informe anual, el Pentágono reconoció ayer que, lejos de mejorar, la situación en Afganistán empeora. ha reconocido hoy que la situación en Afganistán, en vez de mejorar, empeora. Entre abril y octubre de este año los ataques de la resistencia se han incrementado en un 300% respecto a 2007.
El Pentágono destaca que el alcance geográfico de los talibanes así como la sofisticación de sus ataques, se han incrementado en estos meses.
Finalmente, alerta del fenómeno creciente de deserciones -sería mejor decir infiltraciones de la resistencia- en el seno de la Milicia y Policía afganas.
El máximo responsable estadounidense en Afganistán y Pakistán (AfPak), general David Petraeus, ha admitido la posibilidad de que el Gobierno de Kabul hubiera sido engañado, y timado, por un hombre que se hizo pasar por responsable negociador talibán.
El diario «The New York Times» aseguraba el pasado fin de semana que un tendero de la ciudad paquistaní de Quetta se hizo pasar por el mullah Ajtar Mohammed Mansur, uno de los más veteranos dirigentes talibán y que llegó a ser recibido por el presidente afgano, Hamid Karzai.
También fue recibido, pese al intento de Petraeus de desmarcarse de la iniciativa, por representantes de la OTAN y diplomáticos occidentales, que confirmaron que le llevaron en avión a Kabul y que «le dimos mucho dinero».
El propio Petraeus señaló que el suceso no invalida los contactos «muy preliminares» registrados con responsables talibanes «auténticos». Lo que sí deja en evidencia es la precaria situación de la ocupación en Afganistán y su ansiedad por lograr sentar a la resistencia en la mesa negociadora. GARA