Nueva Zelanda sufrió ayer una conmoción por la muerte de los 29 mineros que llevaban seis días atrapados bajo tierra y a los que una segunda explosión de gas metano dejó finalmente sin opción alguna de salir con vida. El primer ministro, John Kelly, calificó el accidente de «tragedia nacional» y anunció una comisión de investigación. La Policía había confirmado poco antes que ninguno de los mineros sobrevivió al segundo estallido. Se cree que quedaron encerrados por el hundimiento de la galería a sólo 150 metros de profundidad pero a 2,5 kilómetros de la entrada y es probable que fallecieran intoxicados y no a consecuencia de la segunda explosión.