CRíTICA cine
«Amerikanuak»
Koldo LANDALUZE
Sobre fondo blanco se intuye la silueta de varios jinetes que velan el buen tránsito del rebaño. Sobre la nieve quedan impreso el rastro de esta escena que bien podría figurar en cualquier western pasado pero que pertenece a un presente que los autores Gorka Bilbao y Nacho Reig nos revelan a lo largo de los 91 minutos de duración de “Amerikanuak”. Siguiendo la brújula histórica de la diáspora vasca en los Estados Unidos, la cámara nos guía por interminables extensiones de prado de los que brotan pequeñas localidades como la de Elko (Nevada), en la que residen los protagonistas de este documental independiente destinado a mostrarnos un modelo de vida en declive. Testigos de un tiempo pasado y un presente incierto, Alfonso Igoa, Pete Paris, José Yaniz Txapo o Juan Juaristi Parrillas se colocan ante la cámara para dar su testimonio y descubrirnos las alegrías y penas de una comunidad que se resiste a caer en el olvido o, simplemente, a desaparecer. Dictada por un tempo que en momento alguno resulta monótono, “Amerikanuak” se muestra como un proyecto bien elaborado y que consigue mantener el interés gracias a un encadenado de imágenes muy evocadoras y que, gracias al magnífico respaldo sonoro del grupo gernikarra Audience, consigue un efecto casi hipnótico.
Un viejo pastor maldice desde la cabina de su camioneta a uno de los pequeños rebaños que todavía alberga estos pastos. Las maldice por todos aquellos pastores que, por su culpa, se volvieron locos o murieron. Cuando la cámara abandona los exteriores y se adentra en locales como The Star no topamos con rudos cowboys, descubrimos la fisonomía de rostros curtidos por el sol y el viento que en tono melancólico evocan los tiempos pasados que son detallados en euskara. A lo largo de este filme predomina un estilo de poética lindante con el desencanto; pero, no es menos cierto que, cuando el objetivo de la cámara fija su interés en el grupo humano, éste deja entrever la alegría y la camaradería que nace de las comidas y los tragos de whisky compartidos. Es la alegría del superviviente que se aferra a un modelo de vida que no entiende de tiempos modernos.