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Ana María Matute se convierte en la tercera mujer que recibe el Premio Cervantes

GARA | BARCELONA

La escritora Ana María Matute ha hecho de la literatura su forma de estar en el mundo, y ayer vio recompensada su trayectoria con el Premio Cervantes por una obra extensa y fecunda que se mueve entre el realismo y «la proyección a lo fantástico» y por poseer «un mundo y un lenguaje propios», informó Efe.

Matute, académica de la Lengua española, novelista y cuentista, se convierte en la tercera mujer que gana este premio, que en sus 35 años de trayectoria solo había distinguido hasta ahora a la ensayista María Zambrano (1988) y a la poeta Dulce María Loynaz (1992).

La escritora barcelonesa aseguró que su obra ha estado marcada por un deseo de expresar la pérdida, porque «vivir es perder cosas», dijo, un pesimismo vital presente desde el primero hasta el último de los relatos que ha escrito.

La veterana narradora de 85 años, contó en una improvisada rueda de prensa en Barcelona que está «contentísima» con un premio que reconoció que le «encanta» y cuya concesión, por los rumores que corrían desde hacía días, no la dejaron dormir. «He dado toda mi vida a esto que es escribir, a ser parte de la literatura», dijo la autora de «Los Abel», para quien el Cervantes le llega como un reconocimiento, «si no a la calidad, sí al esfuerzo, a la entrega total de una vida», afirmó modesta para, a continuación, intentar gritar con tenue voz: «He conocido poca gente que diga que es enormemente feliz. Yo lo soy, y ya está».

«Uno no escribe para ganar premios, habrá quien lo haga, pero no entro en esas ferias; aunque, si te lo dan.... maravilloso», insistió la autora de «Olvidado Rey Gudú», quizá su libro favorito.

«El machismo se queda atrás»

Matute cree que su galardón y la reciente entrada de Soledad Puértolas en la Academia de la Lengua española hacen de estos días un momento dulce para la literatura en castellano hecha por mujeres. «El machismo está quedando lejos, se están dando pasos importantes, sobre todo en la Academia, y está muy bien».

Sin rencor, la escritora apuntó que los críticos, «un poquito malignos», no supieron dónde ubicarla cuando desembarcó en la literatura en los años cuarenta. «No tenía ni idea de lo que me decían, España estaba tan cerrada que no se enteraba de nada», explicó de aquella época, sin querer dar tampoco los nombres de su generación, de los que se siente más próxima. «Nunca doy nombres si me lo preguntan, porque, si no, se ponen celosos; pero estábamos todos unidos contra la censura, contra una dictadura, y lo digo de verdad».

Algo de ese pesimismo presente en su obra afloró en lo personal en los años en que estuvo apartada de la literatura, un silencio literario que sufrió mucho y del que la ayudó a salir la agente literaria Carmen Balcells, que le animó a rematar «Olvidado rey Gudú».

«Fue ella la que me dijo que lo acabara, y a partir de ahí volví a ser la Matute», rememoró la escritora, para quien la depresión que vivió en aquella época fue dura, sobre todo porque no sabía «por qué». Lo resume en las palabras que le dijo entonces su médico: «La vida pasa factura, tú has estado muchos años aguantando, tragando sapos».

Citando a Borges, la escritora reconoció que está más orgullosa de los libros que ha leído que de los que ha escrito. «Leer es una parte esencial de mi vida, la mitad me la he pasado leyendo, a Dickens a Dostoievski... He sabido de los sentimientos gracias a ellos», indicó Matute, que citó también los cuentos de Chejov como la puerta que la llevó a la literatura.

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