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DÉCIMO AÑO DE GUERRA AFGANA (V)

«Sabemos que es imposible acabar con la corrupción de un día para otro, pero sí podemos hacer que ésta disminuya»

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Rahmatullah Azimi, Empresario y representante del sector privado en el Gran Consejo Anticorrupción de Afganistán

Director general de una empresa que desactiva minas, Rahmatullah Azimi es también el representante del sector privado en la última iniciativa contra la corrupción recientemente puesta en marcha en el país centroasiático. Lo cuenta para GARA.

¿Qué es el Gran Consejo contra la Corrupción de Afganistán?

Se trata de una especie de Jirga, una asamblea entre cuatro partes: la OTAN, el Gobierno de Kabul, el sector privado y la Embajada de EEUU. Su objetivo es reducir los niveles de corrupción y asignar los contratos de forma transparente. Hasta el momento se han celebrado cuatro reuniones y faltan otras dos. Se van a crear dos comisiones: una para monitorear la adjudicación de contratos y otra para la lucha contra la corrupción.

La corrupción parece ser la cuestión que más preocupa a los afganos. ¿Cómo piensan ustedes atajar este problema?

La lucha contra la corrupción comienza con el control sobre las actividades desde dentro del Gobierno, sobre todo con la elección de sus representantes, los cuales deberán acceder a sus puestos por méritos propios y no por simple cercanía hacia ciertos sectores. Sabemos que es imposible acabar con la corrupción de un día para otro pero sí podemos hacer que ésta disminuya.

¿Qué pasa con los contratos que usted menciona?

La gran entrada del dinero en el país no se traslada después sobre el terreno. Muchos de los contratos no se hacen públicos sino que se adjudican en secreto. Y luego está también el tema de la subcontratación. Hace poco dimos con un caso alarmante que, desgraciadamente, resulta también demasiado habitual: un constructor local consiguió un contrato de 60 millones de dólares; se lo adjudicó por 30 a un subcontratante, y éste por 20 al siguiente. El resultado de todo ello fue que, al final, no había más que cinco millones para construir una carretera. En estos momentos hay contratos en vigor por valor de 300 millones de dólares. El dinero entra al país, pero a menudo no sabemos dónde acaba.

¿Cree usted que el Ejército estadounidense necesita igualmente recapacitar sobre su comportamiento en la adjudicación de contratos?

Sin duda. Durante la última asamblea me reuní con unos generales de la OTAN. Les dije que si ellos eran honestos, también lo sería la respuesta del pueblo afgano. Las tropas extranjeras deben hacer una reflexión interna sobre sus actividades. Si no adoptan un cambio radical seguiremos encaminados hacia un callejón sin salida.

¿Cree usted que la gente tendrá confianza en esta iniciativa contra la corrupción?

Estamos ante una situación tan dramática que cualquier iniciativa ha de ser bienvenida. La población afgana está cansada, pero también lo están aquellos que pagan sus impuestos en EEUU, Gran Bretaña..., y ven cómo su dinero es dilapidado por gestores corruptos. La permanencia o no de las tropas de la Coalición depende en gran medida de la opinión pública. Y la corrupción no ayuda precisamente a justificar la permanencia de las tropas extranjeras.

¿Qué opinión le merece el cobro de millones de dólares de la Administración Karzai desde las arcas persas?

No ha sido una sorpresa para nadie. Afganistán atraviesa una situación crítica en la que es imprescindible liquidez para solucionar ciertos asuntos.