Responsable del proyecto Art and Project, Elke Roloff avista un futuro de sinergias bilaterales, de ejes geopolíticos cruzados, donde el arte y la vida cotidiana existan de forma cercana.

Llegué aquí hace poco más de catorce años. Después de mis estudios de Bellas Artes y de una formación de estilismo en Marsella, vine a Euskal Herria buscando trabajo. Estuve trabajando como grafista y como diseñadora textil. Pero no fue el trabajo lo que me impulsó a quedarme, fue el enamorarme totalmente del País Vasco. Recuerdo el día que cogí la carretera de Cimes, una pequeña vía que une Baiona con Hazparne. Me pareció increíble, y me dije que era aquí donde quería vivir...

En 2005, decidí volver de nuevo al mundo del arte y formé una plataforma de creación joven contemporánea, la asociación Art and Project. En estos momentos, desarrollo proyectos de acción en esta asociación, algo que llevo realizando desde hace tres años.

La exposición colectiva «Élément:coffre» es una de nuestras iniciativas. Un proyecto que nació del encuentro con Myriam Blom, artista y mediadora cultural. Es una idea de Blom que la asociación Art and Project ha querido desarrollar. La exposición se lleva a cabo en el espacio urbano: en un parking, en una calle, en nuestros coches... y de forma más precisa, en el maletero de los automóviles.

«Élément:coffre» es un concepto global que, a través de apariciones en diferentes lugares, crea su propio camino geográfico a lo largo de Europa. Con este proyecto nos cuestionamos de una manera artística, no solamente el status del automóvil y los vínculos que nos unen a él, sino también el funcionamiento social y político del ser humano en nuestra sociedad.

Se ven de forma más continua iniciativas de carácter alternativo. Se han creado pequeños grupos de artistas y los ayuntamientos están más sensibilizados hacia las obras de artistas locales. Pero quedan muchas cosas por hacer; y, además, hay que conseguir que las financiaciones públicas participen en ellas. Desafortunadamente, muchas pequeñas estructuras tienen que hacer grandes esfuerzos para poder mostrar sus proyectos. Es un poco triste que hoy en día se siga considerando un lujo la cultura.

Me gustaría destacar también que el desarrollo se realiza a través de una producción artística. Si no hay producción no hay desarrollo; por lo tanto, si no existen los medios para producir, el desarrollo tampoco se realizará.

El futuro artístico depende mucho de las decisiones y las voluntades políticas. Creo que un proyecto como Amarika, en Gasteiz, es una buena iniciativa política de la Diputación de Araba. Tengo la impresión de que es un buen ejemplo a seguir. El arte no debería estar gestionado por funcionarios. Para mí, el porvenir incluye estas palabras: colaboraciones, movimientos, circulación, apertura, intercambio, encuentros y producción.

Es un lugar donde intercambiamos un espacio de circulación y de encuentros con otras personas. Un espacio que está a su vez muy reglamentado: carteles de señalización, marcas en la carretera, ordenanzas... No podemos hacer todo lo que queramos en el espacio público. Pero, por otro lado, es un terreno de juego formidable, una excelente ocasión para confrontar y descubrir el arte público sin ningún anuncio previo. Me gusta la idea de provocar encuentros y de apropiarme, a través de una acción, de un poco de este espacio público.

«El arte» es un término muy amplio. Tiene múltiples funciones a diferentes niveles. Es, antes que nada, una forma de expresión y un espacio de libertad. Para mí, es una herramienta para transmitir y provocar emociones, mensajes y, por supuesto, para hacer pensar. Y a su vez, también hay que decirlo, es un lenguaje codificado.

No me gusta mucho la idea de definir el arte, ya sea vasco, alemán, etc. No creo que podamos reducir al arte a un territorio bien definido. El arte es universal, ¿no?