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Alejandro Nadal | Doctor en Economía

El estado de derecho en el imperio financiero

 

Wikileaks anuncia grandes revelaciones sobre los bancos más importantes de Estados Unidos. Por supuesto, ya sabemos que el mundo de las finanzas se ha impuesto sobre la economía real. Ahí está la política macroeconómica, completamente subordinada a las necesidades del sector financiero. Pero Wikileaks confirmará algo más grave: la supremacía del sistema financiero sobre el estado de derecho.

Una cosa grave es una crisis económico-financiera. Pero otra aún más seria es que el estado de derecho se vaya al abismo, junto con los ahorros de millones de personas. Por eso es importante no olvidar lo siguiente. Primero, la crisis estalló en el corazón del sistema financiero más desarrollado del mundo. Entre las causas de la crisis está un conjunto de operaciones financieras de dudosa legalidad que crearon una bomba de tiempo y diseminaron sus efectos por todo el mundo a través de la bursatilización y la desregulación financiera.

Segundo, ese sistema financiero no ha sido reformado o sujeto a una nueva y más rigurosa regulación. Nada en el sistema financiero de Estados Unidos ha cambiado de manera significativa. Y lo peor es que mantiene su hegemonía sobre la economía real: las medidas de austeridad fiscal y de política monetaria adoptadas en Estados Unidos y Europa son testimonio de lo anterior.

¿No piensa usted que los funcionarios de Lehman Brothers, Goldman Sachs y Bear Stearns sabían lo que estaban haciendo? Un ejemplo basta para ilustrarlo todo. Los bancos de inversión en Estados Unidos estuvieron emitiendo títulos diseñados especialmente para que su precio sufriera un colapso. Nótense las palabras clave: «diseñados especialmente». De manera simultánea emitían otros títulos que apostaban a tal caída en los precios, logrando así ganancias astronómicas. ¿Vender activos chatarra y apostar contra ellos en operaciones paralelas no es una muestra de duplicidad criminal? La respuesta tiene que ser afirmativa.

En el entramado institucional del sistema financiero en Estados Unidos se encuentran la banca tradicional, los bancos de inversión, las casas de bolsa y las compañías calificadoras. Durmiendo en la misma cama están las agencias reguladoras, tanto de la Reserva federal, como la SEC, la agencia reguladora de las transacciones en la bolsa de valores y la CTFC, encargada de supervisar las operaciones sobre productos básicos en los mercados de futuros. Y esta es la historia: a lo largo de los últimos diez años los bancos de inversión y la banca tradicional realizaron operaciones que hoy todos los analistas financieros serios califican de fraudulentas o, por lo menos, de «irregulares». Pero nadie ha tomado acciones legales para castigar los delitos que se cometieron y para prevenir este tipo de conducta criminal en el futuro. Más allá de algunas medidas regulatorias de cosmético, ni siquiera se han prohibido las principales operaciones que estuvieron detrás de la gigantesca burbuja de precios en bienes raíces. Tampoco se han iniciado investigaciones serias por fraude en contra de los personeros del complejo corporativo de Wall Street.

La lista de problemas que reclaman atención urgente en Estados Unidos es conocida. En ese país los cuatro bancos más grandes concentran aproximadamente el 60% de todos los activos en el sector bancario, y nada parece cambiará este nivel de concentración y poder económico. La partición de los bancos se quedó en el olvido. Tampoco se ha procedido a una reforma profunda de Freddie Mac y Fannie Mae (las dos gigantescas corporaciones semipúblicas en el mercado hipotecario). Nunca llegaron a prohibirse las emisiones de la mayoría de los derivados más peligrosos (las armas de destrucción masiva de Warren Buffet). No se ha hecho nada para controlar y restringir los niveles de apalancamiento de los bancos y agentes no bancarios. Finalmente, las agencias calificadoras siguen siendo propiedad de los agentes financieros más grandes, con lo que se mantiene el doble juego y el conflicto de intereses se ha legalizado. Pero estos problemas permanecen sin solución.

Los individuos detrás de las corporaciones en el sector financiero amasaron fortunas astronómicas y continúan haciéndolo, respaldados por el paquete de rescate financiero aprobado al finalizar la administración Bush. Lo más sorprendente: sus sucias operaciones no han permanecido encubiertas. ¡Al contario! Hoy se conoce bien el modus operandi de estos intermediarios financieros y sus cómplices. Aún así, cero investigaciones y cero acciones legales en contra de estos agentes. ¿Cree usted que las futuras revelaciones de Wikileaks cambiarán las cosas?

En Estados Unidos, el intento para recuperar la república y eliminar el yugo del sistema financiero quedó trunco. El equipo económico de Obama le presenta la visión de que hablar de fraudes es una distracción y que lo importante es la macroeconomía. Con sus acciones y omisiones, Obama mantiene la trayectoria de desastre para la economía estadounidense y contribuye a desmantelar lo que quedaba del estado de derecho.

© La Jornada

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