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La resistencia de los pueblos indígenas a lo largo de cinco siglos

«También la lluvia»

Icíar Bollaín se renueva en su quinto largometraje, al contar por primera vez con un guión que no ha escrito ella, pero que pertenece al escocés Paul Laverty, con quien convive desde hace quince años. El colaborador de Ken Loach ha escrito un relato que representa la resistencia indígena frente al colonialismo en el tiempo, mediante el esquema del cine dentro del cine. El rodaje de una película sobre el conquistador Colón coincide con la Guerra del Agua boliviana.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

«También la lluvia» se presentó en la Seminci de Valladolid después de que no fuera seleccionada para el Festival Internacional de Cine de Donostia. Fue uno de los títulos incluidos en la famosa polémica sobre cineastas de renombre en el Estado español no programados en la Sección Oficial de la 58 edición, pero con una repercusión diferente a la hora del estreno comercial. Así como la crítica dio la razón al Comité de Selección donostiarra en el caso de la película de Fernando León de Aranoa «Amador», por su sorprendente e inesperada baja calidad, en lo tocante a la realización de Icíar Bollaín las reacciones han sido de muy otra índole.

La mayor parte de la crítica habla de un salto cualitativo en la carrera de Icíar Bollaín, deshaciéndose en elogios ante lo positivo que resulta su cambio de orientación, demostrando que es una cineasta que sabe renovarse y nunca se estanca o conforma con los éxitos precedentes.

La academia que preside Álex de la Iglesia ha creído en la película y la ha seleccionado para competir por el Óscar a la Mejor Realización de Habla No Inglesa. En general, la decisión ha sido bastante bien aceptada, pese a que no se trate de un producto que pueda gustar en Hollywood. Le perjudica el hecho de ser muy crítica con el imperialismo en América del Sur, ya que habla de las nuevas formas de colonización capitalistas. A su favor cuenta con pertenecer a un género tan respetado como el del «cine dentro del cine» y que les pueda recordar a rodajes como los que hacía Werner Herzog, o el más reciente de Mel Gibson con «Apocalypto».

Un guión de Paul Laverty

El escocés Paul Laverty e Icíar Bollaín se conocieron hace quince años en el rodaje de «Tierra y Libertad». El guionista de Ken Loach hacía su primera aproximación a la Guerra del 36 y a una cultura que no es la suya, por lo que después ha seguido escribiendo historias desarrolladas en el mundo anglosajón. En las entrevistas suelen preguntarle a menudo si piensa escribir para su mujer, a lo que tiende a contestar con evasivas y referencias a la dificultad que le supone expresarse en castellano y concebir diálogos en dicho idioma.

Lo cierto es que Icíar Bollaín nunca ha necesitado de guiones ajenos, porque se le ha dado muy bien hasta ahora idear los argumentos de sus películas, siempre relativos a la mujer y su problemática social. Así que puede que la oportunidad de dirigir una película escrita por el padre de sus hijos haya sido más bien casual.

No he oído a la realizadora manifestarse en tal sentido, si bien existe la versión de que no estuvo desde el inicio en el proyecto de «También la lluvia». Parece ser que antes que ella se interesó por el guión Alejandro González Iñárritu, quien andaba a la búsqueda de guionista tras haber roto con su colaborador Guillermo Arriaga. Desde luego que Paul Laverty no iba a ser un mal recambio, pero el mexicano prefirió rodar finalmente «Biutiful», sobre un guión del nieto del mítico cineasta argentino Armando Bó, que también se llama así. Es posible que se haya equivocado con la elección, aunque su renuncia es la que ha favorecido el primer encuentro profesional entre la pareja que forman fuera del cine Icíar Bollaín y Paul Laverty.

La consecuencia inmediata es que «También la lluvia» irrumpe como la realización más política de Icíar Bollaín, toda vez que Paul Laverty aplica el discurso marxista de la lucha de clases al análisis histórico de la colonización de América del Sur y sus repercusiones hasta el día de hoy.

500 años después

No es fácil establecer a través de un argumento de ficción un paralelismo entre la conquista de América del Sur por Cristobal Colón y la situación política actual en países con población indígena como Bolivia. El punto de partida o la clave para unir cinco siglos de historia fue la llamada Guerra del Agua, que estalló en el año 2000 en la ciudad boliviana de Cochabamba. Las imágenes que ofrecieron al mundo los noticieros mostraban a indígenas luchando contra militares armados con piedras y palos, al igual que lo hicieron cinco siglos antes sus antepasados contra los españoles. Era la evidencia de que el expolio del oro por parte de Colón y los que le siguieron había dado paso a la privatización del agua, un bien todavía más imprescindible para la subsistencia de la población indígena. De tal suerte que las agresiones del imperialismo capitalista venían a continuar lo que inició la colonización.

El vehículo utilizado por Paul Laverty para conectar las dos épocas es el «cine dentro del cine», mediante el recurso de un rodaje en Cochabamba. Esa filmación va a ser testigo directo de unos acontecimientos que revelarán la realidad inmediata, por más que la intención del equipo desplazado a Bolivia desde el Estado español sea la de realizar una desmitificación de la figura de Cristobal Colón. Los actores venidos de fuera y los locales sufrirán un desdoblamiento entre su compromiso con el presente y la representación del pasado, como si la historia se repitiera.

El dilema lo vive en primera persona el actor local que encarna al líder indígena Aturei, elegido en el casting precisamente por su capacidad de rebeldía. Frente a las cámaras acaba desempeñando un papel idéntico al que vive en su lucha real en la selva o en las calles de Cochabamba. En la ficción su disputa directa es con un Cristóbal Colón invasivo encarnado por un Karra Elejalde inspirado en el Klaus Kinski de «Aguirre, la cólera de Dios».

A la vez que los protagonistas del drama se enfrentan unos con otros, el otro debate interno se da entre los responsables del rodaje. El director interpretado por el mexicano Gael García Bernal y el productor al que da vida el gallego Luis Tosar liberan, en medio del caos, sus contradicciones personales.

El director es un teórico que denuncia determinados hechos históricos sin comprometerse con lo que ocurre a su alrededor, porque su máximo y egocéntrico interés está en terminar la película. El productor, en cambio, deja a un lado la estrategia empresarial y termina por implicarse en la causa indígena ante quienes sólo buscan su exterminio.

Son ejemplos concretos que llevan a Icíar Bollaín a una reflexión sobre el conflicto entre realidad y ficción, emparejado a las tensiones entre la vida y el arte. La pregunta es si merece la pena anteponer lo profesional a lo personal.

iIcíar Bollaín: la cineasta que llegó del sur

Icíar Bollaín conoce perfectamente el medio cinematográfico, en el que trabaja desde temprana edad. Con quince años protagonizó «El sur», una de las míticas y contadas películas de Víctor Erice. Todo parecía indicar que su sitio estaba en la interpretación, más aún tras su participación en el reparto internacional de «Tierra y libertad», a las ordenes de Ken Loach. Pero prefirió pasarse a la realización de forma prometedora con «Hola, ¿estás sola?», una ópera prima fresca y sentida que descubría a la actriz Candela Peña.

Era un claro síntoma de que se iba a centrar en los personajes femeninos y en la problemática de la mujer. En «Flores de otro mundo» reflejó la situación de las inmigrantes que llegan al medio rural. En «Te doy mis ojos» profundizó en la denuncia de los malos tratos y la violencia de género. En «Mataharis» ilustró la vida de las mujeres que compaginan la actividad profesional con la familiar, convirtiéndose en modernas heroínas. Con su quinto largometraje da un giro a su carrera al partir por primera vez de un guión ajeno. M. I.

CONEXIÓN

El punto de partida para unir cinco siglos de historia en una película fue la Guerra del Agua, que estalló en 2000 en Cochabamba, donde 500 años después de la conquista de Colón se pasó a privatizar algo imprescindible para sobrevivir como es el agua.

Estreno

Dirección: Icíar Bollaín.

Guión: Paul Laverty.

Producción: Juan Gordon.

Fotografía: Álex Catalán.

Música: Alberto Iglesias.

Montaje: Ángel Hernández Zoido.

Intérpretes: Luis Tosar, Gael García Bernal, Karra Elejalde, Raúl Arévalo, Carlos Santos,

Juan Carlos Aduviri.

País: Estado español, 2010.

Duración: 104 minutos.

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