La comedia perfecta no existe. Es la máxima que debe imponerse a sí mismo todo profesional del género que quiera tener una continuidad y Borja Cobeaga es de los que sabe aplicársela. Con «Pagafantas» consiguió hacerse un hueco en medio del difícil y competitivo mercado del humor cinematográfico, gracias a la aportación de un estilo propio e innovador. Pero lo más complicado llega después de la ópera prima, con ese tan temido segundo largometraje. Lejos de arrugarse, el donostiarra ha hecho las cosas de forma muy consciente, buscando un público más amplio.

El primer paso ha sido contar con un reparto de rostros más conocidos, interpretando personajes más reconocibles, no sólo por parte de la gente joven. Con ello la comicidad se vuelve también más asentada y clásica, a base de eliminar riesgos innecesarios y atar cabos. «No controles» quiere ser una comedia más compacta, con un argumento más simple y ceñido al esquema propugnado por Scorsese en «¡Jo, qué noche!». Los gags han de estar más ensamblados en un todo, integrándose en la historia.

La película podría ser definida con exactitud como una accidentada comedia romántica, ya que el protagónico Unax Ugalde se empeña en resolver su vida amorosa en el corto espacio de tiempo que media entre la Nochevieja y el Año Nuevo, encontrándose con todo tipo de obstáculos a partir de la cancelación de vuelos por las malas condiciones meteorológicas. Los otros pasajeros que se han quedado en tierra se interpondrán en su camino, llevados por el espíritu festivo de una fecha tan señalada. Y entre todos ellos sobresale Juan Carlitros, en una divertida creación de Julián López como frustrado aspirante a monologuista, cuyos chistes malos están colgados en Internet.