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A vueltas con el tiempo

Josu MONTERO Escritor y crítico

Esto ya lo he vivido yo antes». Este es a buen seguro el pensamiento recurrente del cambio de año. Nochevieja, Año Nuevo: otra vez lo mismo; de nuevo, el tiempo, que había permanecido agazapado, se lanza sobre nosotros a toda velocidad a eso de medianoche del 31 de diciembre, se precipita y nos pasa por encima, todo el año en unos minutos. Y al día siguiente, sin embargo, el tiempo, camaleónico, se transforma más que nunca en agua estancada. «Yo estuve aquí una vez» es precisamente el título de una obra de uno de los dramaturgos a los que más le ha preocupado esto del tiempo, me refiero a J.B. Prestley, el escritor inglés -autor de la celebérrima «Llama un inspector»- que escribió una «Trilogía del Tiempo» donde puso en práctica sus ideas al respecto jugando con la estructura temporal de los dramas. En «Esquina peligrosa» utilizó la teoría del tiempo serial: a partir de un momento dado, de una decisión, de un pequeño gesto, la línea temporal causa-efecto se desdobla y asistimos a dos series de acontecimientos, a dos tiempos, que discurren paralelos. La obra más conocida de la trilogía es «El tiempo y los Conway», en la que el tiempo cronológico se altera: el tercer acto es la continuación del primero, pero en el segundo damos un salto temporal hacia adelante, guiados por la música, de casi veinte años; y así, llegados al tercer acto, los espectadores conocemos algo que los personajes ignoran, y que nos acongoja. En «Yo estuve aquí una vez» coloca sobre el escenario la teoría del tiempo circular, que tan demostrada queda cada fin de año. Parece que ese juego con el tiempo lo llevó Prestley incluso a las fechas de su biografía, ya que nació en 1894 y murió en 1984.

Las trampas del tiempo como tema y los juegos estructurales con él son también habituales y brillantes en la obra del dramaturgo alemán Botho Strauss; piezas como «El tiempo y la habitación» o la recién editada en castellano «El beso del olvido». La pequeña editorial Teatro del Astillero ha publicado un librito con tres obras de Strauss; además de «El beso del olvido», «Trilogía del reencuentro» y «Rostros conocidos, sentimientos ambiguos». Los juegos estructurales y filosóficos con el tiempo son una poderosa herramienta dramática, desde la célebre «Muerte de un viajante» de Miller, hasta «Olores», una pieza del dramaturgo catalán Josep Manuel Benet i Jornet, en la que, si la línea temporal cronológica va de 1 a 10, la obra comienza en 5, esto es, in media res, y a partir de ahí el tiempo dramático irá alternando las escenas de 5 a 10 con las escenas de 1 a 5, esto es: 5, 6, 1, 7, 2, 8, 3, 9, 4, 10, 5; creando así un doble tiempo cronológico que se va entrecruzando para terminar justo en el momento anterior a ese con el que se había abierto la obra. Y todo ello, además, en función, claro, de una trama que muestra la determinante influencia del pasado -de un pasado a veces desconocido- en el presente.

Pero probablemente, si algo puede funcionar como una perfecta metáfora de la fugacidad y de la inasibilidad del tiempo, eso sea una pompa de jabón, que no podemos tocar sin que estalle silenciosamente. Quizá en ello estribe el mágico encanto de ese mundo de efímera belleza que crea el artista catalán Pep Bou, no demasiado conocido por aquí a pesar de su dilatada trayectoria y de ser todo un referente en el ámbito del teatro visual europeo. Pep Bou ofrecerá su fascinante espectáculo «Rebufaplanetes» mañana, sábado, en Barakaldo Antzokia.

 
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