Crisis financiera
Malditos mercados
Los trabajadores que buscan la mejor rentabilidad para sus ahorros se encuentran en una situación esquizofrénica, en la que, a través de planes de pensiones privados o EPSV, buscan los mejor gestionados pero, a su vez, esos gestores son los que están impulsando los recortes sociales que recaen sobre la clase trabajadora. Son los «mercados», los mismos que exigen medidas restrictivas, y que los gobiernos pretenden calmar con sus políticas de reducción de gastos, recortes de pensiones, retrasos en la edad de jubilación o reformas del mercado de trabajo.
Isidro ESNAOLA Economista
Cada vez que oigo hablar sobre los mercados en expresiones como «calmar a los mercados» o «los mercados exigen» etc., me acuerdo de una historia que me contó un amigo al que no veía desde los tiempos en que estudiábamos en la universidad hace algunos años.
Resulta que trabajaba en Volkswagen de Iruñea, tenía familia y había conseguido ahorrar un poco. Con ese dinero no se le ocurrió otra cosa que comprar una casa en el Pirineo.
Se enteró de cuánto pagaban los esquiadores por alquilar una casa un fin de semana, calculó cuántas semanas duraba la época de nieve y con esos sencillos números echó cuentas del crédito que podía pedir, se fue al banco y compró la casa.
Y según me dijo entonces, con esos alquileres estaba pagando el crédito sin poner ni un duro más y al final devolvería el crédito y se quedaría con la casa en el Pirineo.
No sé cómo termina la historia, si la crisis ha echado abajo sus cálculos o por el contrario ha conseguido su objetivo antes de verse arrastrado por la explosión de la burbuja. En cualquier caso, en esta historia están presentes todos los elementos que han contribuido a inflar la burbuja inmobiliaria. En primer lugar, la decisión de mi amigo de comprar una casa en el Pirineo dio una señal clara al mercado de que había demanda, no confundir con necesidad, de ese tipo de casas.
A partir de esa señal, todo se pone en movimiento: los promotores empiezan a buscar solares por los pueblos del Pirineo que puedan ser recalificados y en los que se pueda construir; los propietarios de los terrenos los venden por bastante más de lo que nunca hubieran pensado que podían valer; los alcaldes de la zona enseguida calculan que las recalificaciones darán dinero al Ayuntamiento que siempre anda escaso, con lo que podrán construir unas termas y un frontón que le asegurarán la reelección; las constructoras empiezan a contratar personal, a comprar material y a construir lo más rápidamente posible. Y por fin, los bancos que dan crédito a mi amigo, a la promotora, a los constructores y a los ayuntamientos en un negocio seguro sin ninguna clase de riesgo; y además, asesora a los que han vendido terrenos sobre cómo invertir el dinero conseguido. El mercado en acción.
Se podrían discutir cantidad de cosas de esta historia, desde cómo una persona que tenía unos ahorros se convierte de repente en una persona sin ahorros y con un pufo en el banco, pasando por cómo se puede inflar artificialmente una demanda que nada tiene que ver con las necesidades de la gente y la cantidad de actores que participan en este proceso y llegar por fin hasta el papel que desempeñan los bancos en la movilización del ahorro hacia actividades totalmente improductivas y destructoras de nuestro patrimonio natural, pero, el impulso primero es el de un trabajador que tiene unos ahorros y que quiere sacarles un rendimiento. Evidentemente, por encima hay todo un sistema de instituciones políticas, económicas y financieras construido sobre la clase trabajadora para empujar las decisiones sobre el ahorro en una determinada dirección.
De todas formas, éstas no son las únicas decisiones sobre el ahorro que toma la clase trabajadora. En esta época en la que se acaba el año, también se suele terminar el año fiscal y es cuando aprovechan las instituciones financieras para recordarnos que invertir nuestros ahorros en planes de pensiones nos permitirá ahorrar en la declaración de la renta del año que viene, con lo que la rentabilidad de nuestra inversión será mucho mayor, y de paso la que ellas nos pueden prometer más pequeña, ya que una parte la paga el fisco, es decir, la pagamos entre todos los contribuyentes.
Este año no han estado muy activas en estos quehaceres, seguramente porque ha sido un año muy malo para los planes de pensiones y, en consecuencia, no tendrán mucho de qué vanagloriarse y, seguramente, sí tendrán pérdidas que camuflar.
Los planes de pensiones suelen invertir la mayor parte de los fondos que manejan en renta fija, es decir, en deuda de empresas o del Estado. Y este año ha sido el año de la deuda, con el rescate de Grecia e Irlanda y la caída del precio de la deuda portuguesa y española, caída a la que poco a poco se van uniendo más países europeos.
Estas caídas seguramente han hecho polvo los beneficios de muchos de estos planes de pensiones. Si a ello añadimos que en un futuro próximo algunos países pueden declarar la suspensión de pagos y hacer una quita de, digamos, el 10% de la deuda, el quebranto que pueden sufrir estos fondos de pensiones puede ser como para que sus gestores pasen el fin de año rezando.
Aparte de los planes de pensiones privados están los que surgen de la negociación colectiva, las Entidades de Previsión Social Voluntaria, las EPSV como Geroa. Según el informe de gestión del año 2009 en la misma participaban 128.982 trabajadores y 12.109 empresas.
Tenía unos activos 873 millones de euros y aquí viene lo más interesante, el 83,58% estaba invertido en renta fija. El informe de gestión no dice qué parte es deuda soberana ni por supuesto de qué países, pero es de suponer que la parte será importante. Y por último, la inversión en el «tejido productivo vasco» ha sido de 6,7 millones de euros, es decir, el 0,68% de los fondos.
Los trabajadores que invierten en esos instrumentos sus ahorros quieren que la rentabilidad sea la mayor posible para así poder viajar por el mundo cuando se jubilen como hacen todos esos grupos de apacibles viejecillos yankies que nos encontramos en cualquier aeropuerto del mundo. Como ellos, los partícipes de los fondos de pensiones buscarán al mejor gestor, al que más rendimiento les consiga sin importarles demasiado si para ello tienen que apostar contra la deuda de Irlanda, la española o por la revalorización del oro. Lo importante son los resultados aunque se hunda el mundo.
Los gestores de esos fondos, por su parte, saben que tienen una gran responsabilidad hacia los ahorradores y, además de las suculentas comisiones que cobran, están jugándose el dinero de otros, así que tienen que hacer apuestas con mucho fundamento y sin dejarse llevar por sentimentalismos o motivos altruistas, y si un país está en la cuerda floja ellos serán los primeros en tirar y sacar el máximo beneficio.
Así que los trabajadores que tienen sus ahorros en planes de pensiones o EPSV están en una situación esquizofrénica: por un lado no quieren perder sus ahorros en inversiones dudosas y buscan a los mejores gestores, y por otra, esos mismo gestores con sus movimientos son los que están imponiendo los recortes en el gasto social, la reforma laboral, el retraso de la edad de jubilación, etc.
Cada vez se enreda más la tela de araña a nuestro alrededor y todavía no sabemos muy bien cómo nos hemos metido en este lío.
Nos engañaron y nos dejamos engañar pensando que nosotros también podíamos especular con la vivienda como hacía todo el mundo; creímos que podíamos vivir de rentas fácilmente y nos hemos encontrado enmarañados en una red que han creado y manejan otros, pero de la que somos parte con nuestras decisiones y ahora nos está engullendo sin piedad.
Que el mecanismo lo manejen otros puede ser un atenuante, pero en ningún caso es un eximente de la responsabilidad de los trabajadores por sus propias decisiones y de la inoperancia de sus organizaciones sindicales y de izquierda.
Hemos olvidado que somos trabajadores en un mundo dominado por el Capital y hemos querido vivir como burgueses y rentistas con nuestros pequeños ahorros. Esta crisis nos está poniendo en el sitio en el que hemos estado todo este tiempo aunque pensáramos que aquello ya estaba superado.
Así que la próxima vez que oigamos hablar de «apaciguar a los mercados» en vez de pensar en especuladores lejanos, tal vez deberíamos revisar nuestras actitudes y nuestras decisiones.