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El primer líder rebelde sudista sudanés cree que el referendo acabará con 50 años de lucha

Peter MARTELL (AFP)

«Empezamos a luchar por la independencia con las manos vacías», recuerda el líder de la primera rebelión sudista, Joseph Lagu, quien a sus 79 años de edad se prepara para votar por la secesión de Sudán del Sur, el sueño de toda su vida.

Sudán del Sur, tras una unión impuesta y fracasada de 55 años con el Norte, decidirá su futuro en un referendo que se desarrollará entre el 9 y el 15 de enero.

La primera guerra civil entre el norte y el sur de Sudán se remonta a 1955 y al motín en Torit, ciudad sudista, un año antes de la independencia de Sudán, hasta entonces bajo un condominio anglo-egipcio. En esa época, los sureños temían a caer bajo otro yugo, el de los árabes del norte del país en el caso de que se proclamara la independencia de un Sudán unido.

Tras varios años de conflicto de baja intensidad, la guerra se intensificó en los años 60, pero los rebeldes del sur carecían entonces de dinero y armas. «Empezamos a luchar con las manos vacías», rememora Lagu, que se retiró del Ejército como teniente en 1963 para tomar el mando de una rebelión secesionista.

«No vimos otra opción que luchar por el derecho de nuestro pueblo a vivir en libertad», señala en una entrevista a AFP el padre de la rebelión de Anyanya, llamada así por el veneno con en el que los cazadores untan la punta de sus flechas.

«Sólo teníamos tres armas de fuego en aquel momento. Yo mismo tenía como única arma el machete», recuerda.

«Sabíamos que nuestra causa era justa, pero no teníamos los medios», afirma Lagu, que recibió su primer cargamento de armas del Congo, antes de obtener el apoyo de Israel después de que Jartum respaldara a Egipto en la Guerra de los Seis Días en 1967.

La rebelión de Anyanya recibió armas y reunió a miles de sureños. «Llegaban de todas partes del Sur, al final, había unos 18.000 hombres armados» comenta.

Los rebeldes de Joseph Lagu firmaron finalmente en 1972 en Addis Abeba un acuerdo de paz con Jartum, que dejó al sudista Abel Alier que lo representara en las negociaciones de paz.

Según las estimaciones, alrededor de 500.000 personas murieron durante la primera guerra civil sudanesa. «Sudán del norte tiene aversión a la palabra `federación' y el Sur, una obsesión por ella. Estos fuertes sentimientos se reflejan en el acuerdo de paz», escribió en sus memorias Alier.

Aquel acuerdo no concedió al Sur el derecho a celebrar un referendo sobre la independencia, sino que le garantizó la creación de una región autónoma. La guerra tuvo una segunda fase, entre 1983 y 2005, que concluyó con otro acuerdo en el que sí se fijó la consulta.

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