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El rock, las calles llenas de palabras cercanas y el toque andaluz, dan pulso a las historias de Poncho K

El músico sevillano presenta «Una historia con las manos», álbum que nos muestra a un creador callejero repleto de talento tanto para componer como para escribir letras repletas de ingenio y talento.

Pablo CABEZA | BILBO

Con poco más de veinte años una multinacional se fija en Alfonso Caballero, Poncho K, quizá porque en ese momento el sol de Extremoduro pegaba fuerte y la luna de Albert Pla se había vuelto majareta y querida. La cuestión es que en 2002 el músico callejero debuta con «No quiero empates», álbum al que le seguirían «Destino de pluma y mano», «Cuantovaqueré», «Cantes valientes» y el actual «Una historia con las manos».

Si las emociones se desatan con el rock, lo urbano, esos estilos que cruzan Extremoduro con Marea, La Fuga y el surrealismo de Albert Pla, con Poncho K el hormigueo continúa, porque el muchacho de pelo ensortijado y pecho desnudo ha asimilado lo mejor de todos para transformarlo en una historia un poco más arraigada en la tradición musical andaluza, apostando, de paso, por la calidad literaria, terreno donde Poncho K se muestra infranqueable.

«Todo empezó en el circo. Tendría yo unos 9 años y el viejo se empeñó en que me tocara algo y acertó; nos tocó una guitarra flamenca que conservo como oro en paño, ¿quién diría que me enseñó a tocarla un cura, verdad? Luego empecé con la eléctrica y monté una banda punk con los colegas y, sin darnos cuenta, estábamos tocando por fiestas y locales con solo 15 años, pero estaba claro que era un sueño pasajero, ya que a mí me esperaba el mono de mecánico en un taller cualquiera de Sevilla. Cuando el grupo se deshizo grabé unos temas sueltos con una grabadora en casa, hice una copia, era solo un pasatiempo. Lo que ocurrió es que en unos meses se la había rulao todo dios y volvían a llamarme para tocar en algún local. Eso me animó a grabar una maqueta en estudio y en poco tiempo decidí irme a Madrid a probar suerte, y parece que no elegí mal», asevera Alfonso.

Evaristo y Poncho K

El día que CBS/Sony le comunica que hay contrato y disco, no cabe imaginarlo de otra manera que inusual y esperanzador. «Era como un juego -recuerda-. Todos me hacían la pelota y me reían la gracia, pensé: `Esto no puede durar mucho, así que pídeles alguna excentricidad a ver si cuela'. Y ahí fue cuando se me ocurrió grabar con una orquesta de cámara `No quiero empates', mi primer disco».

Y del primero al último ocho años. Tiempo de progreso musical, asentamiento y variedad, que lo mismo se encuentra el oyente jugando a la petanca con Albert Pla que bailando pogo con Evaristo «Gatillazo». «Albert ha sido un imprescindible en mi estantería durante muchos años y claro que debo tener un ramalazo suyo, siempre le estaré agradecido. El ramalazo flamenco lo llevo en las venas y no me lo quito ni pa dios, pero mi espina es no saber cantarlo, en «Laureles» me atreví a matar unas alegrías y con permiso de los maestros del cante: ¡qué a gusto me he quedao!. El tema de `Mentiras de sal', del nuevo álbum, es un tema pollero y por eso no podía faltar Evaristo».

El estilo y las formas de Poncho K son las habituales en el género, pero el sevillano, además de talento y la buena costumbre de leer, tiene su secreto: «El sonido Poncho k no se hace con buenas guitarras ni entendiendo de música, hace falta corazón».

¿Y Andalucía? «El pueblo Andaluz es pura poesía en forma de patios de macetas con lunares, algazara en las plazas, paseíllo dominguero al sol... Lástima que la religión siga haciendo tanto daño en la tierra de todos», apostilla Poncho K.

Ficha

Lugar: Kafe Antzokia de Bilbo.

Fecha: Sábado 8.

Hora: 21.30.

Precio: 12/15 euro.

Banda invitada: Memoria de Pez.

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