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La conexión vasca con el tráfico de esclavos

Acaba de concluir en Tromelin, un inhóspito islote perdido en el Océano Índico, una nueva campaña de excavaciones que ha permitido a los arqueólogos recabar más información sobre las condiciones extremas a las que tuvieron que enfrentarse los esclavos abandonados allí a su suerte, en 1761, por la tripulación de L'Utile, un barco negrero de Baiona.

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Martin ANSO | DONOSTIA

Entre el pasado 8 de noviembre y el 10 de diciembre, un grupo de arqueólogos llevó a cabo una nueva campaña de excavaciones en Tromelin, la tercera, después de las de 2006 y 2008. Aunque la memoria de los trabajos está aún por redactar, el director de los mismos, Max Guérout, ha ofrecido ya un avance de los resultados a través del diario on line de la expedición (www.archeonavale.org).

De este avance se desprende que los arqueólogos han podido profundizar en el conocimiento del hábitat que ocuparon los esclavos y que han hallado los restos de tres nuevas edificaciones, que hay que sumar a otras tantas localizadas en las excavaciones anteriores. Están construidas a base de gruesos muros de piedra coralina, que permitieron a aquellos hombres y mujeres protegerse de las condiciones extremas que caracterizan a la isla.

Entre los numerosos objetos recuperados, destacan herramientas como un martillo o un raspador, confeccionados a partir de piezas metálicas recuperadas de L'Utile; cerámica china (más abundante incluso que la europea), que, sin duda, también procede del propio barco, y, sobre todo, dos «mecheros» y tres fragmentos de pedernal, «que aportan respuestas -hace notar Guérout- a la importante cuestión de cómo fueron capaces, según los testimonios de los propios supervivientes, de mantener el fuego encendido durante quince años». Mantener el fuego en un islote que, por efecto de los ciclones, a veces queda incluso prácticamente sumergido bajo las aguas, fue decisivo.

La nueva campaña ha permitido a los especialistas reafirmarse en la convicción de que los esclavos náufragos «no se rindieron ante el infortunio», sino que, «con orden y método», sentaron las bases para la supervivencia y demostraron «una gran capacidad de adaptación». Hay que tener en cuenta que aquellas personas, que probablemente ni siquiera se conocían entre sí antes de ser esclavizadas y embarcadas, procedían del altiplano de Madagascar, donde la altitud media es de 1.200 metros. Es decir, tuvieron que recrear una sociedad partiendo casi de la nada, en un ambiente marítimo que, además de tremendamente hostil, les era desconocido. Una sociedad que en todo momento permaneció organizada, «desmintiendo así rotundamente a quienes, esclavizándolas, habían negado a aquellas personas toda humanidad».

Tumbas sin localizar

Lo que los arqueólogos siguen sin localizar, a pesar de sus reiterados esfuerzos, son las tumbas de los muertos. El año pasado dieron con huesos humanos, pero estaban desplazados con respecto a donde debieron ser originalmente enterrados. Este desplazamiento debió producirse en 1954, durante la construcción de la estación de Metéo France, única instalación que actualmente alberga Tromelin. De hecho, sus tres operarios son los únicos «vecinos» del islote.

En la campaña recién concluida, los arqueólogos no han encontrado huesos humanos, pero sí muchos de tortuga y aves, los otros «vecinos» de la isla, así como, en menor medida, espinas de pescado. Estos restos dan testimonio del régimen alimenticio de los esclavos.

Las excavaciones en Tromelin forman parte del proyecto de investigación y divulgación «L'Utile los esclavos olvidados», que desarrollan el Groupe de Recherche en Archéologie Navale (GRAN) y el Institute National de Recherches Archéologiques (INRAP), con soporte del Gobierno francés. Este proyecto está apadrinado por la Unesco dentro del programa «La Ruta del Esclavo», que tiene como objetivo «romper el silencio» que existe en torno a la trata y arrojar luz sobre sus consecuencias, que llegan hasta la actualidad.

En el apartado de la divulgación, el proyecto acaba de dar a la luz un libro y un documental y, próximamente, hará lo propio con un cómic. Los especialistas del GRAN y el INRAP trabajan, asimismo, en la preparación de una exposición, que tendrá lugar en París.

NO SE RINDIERON

La nueva campaña ha permitido a los especialistas reafirmarse en la convicción de que los esclavos náufragos «no se rindieron ante el infortunio», sino que, «con orden y método», sentaron las bases para la supervivencia y demostraron «una gran capacidad de adaptación».

OBJETOS

Entre los numerosos objetos recuperados, destacan herramientas como un martillo o un raspador, confeccionados a partir de piezas metálicas recuperadas de L'Utile: cerámica china (más abundante incluso que la europea), que, sin duda, también procede del propio barco y, sobre todo, dos «mecheros» y tres fragmentos de pedernal.

De Baiona al Índico, en la senda de la trata

L'Utile, una embarcación de tres palos y 800 toneladas, fue construida en Baiona entre 1758 y 1759. Fletada por la Compañía de las Indias Orientales, zarpó de la capital labortana en 1760. El capitán, Jean de Lafargue, tenía expresamente prohibido traficar con esclavos, pero, tan pronto como llegó a Madagascar, llenó sus bodegas con ellos y puso rumbo a Mauricio.

La noche del 31 de julio de 1761, por causas desconocidas, L'Utile naufragó en l'Île de Sable. La tripulación y 60 esclavos (el resto, un número indeterminado, pereció en el accidente) pudieron salvarse. Lafargue ordenó construir una embarcación de fortuna gracias a la cual los marineros ganaron Mauricio. Los esclavos, sin embargo, quedaron en aquel islote de apenas un kilómetro cuadrado, ni siquiera apto para el crecimiento de especies vegetales capaces de proporcionar sombra.

Lafargue había prometido regresar a por ellos, pero no quiso o no pudo cumplir su palabra, y allí permanecieron, «olvidados», en medio de ninguna parte (a unos 500 kilómetros de Madagascar y otros tantos de Reunión), hasta que quince años después llegó La Dauphine. Su capitán, el caballero de Tromelin, que terminó dando su nombre a l'Île de Sable, llegó a tiempo de rescatar a siete mujeres y un niño de ocho meses.

Baiona, fundamentalmente por las limitaciones de su puerto, no alcanzó ni mucho menos la importancia de Nantes o Burdeos en la trata de esclavos. Aún así, está documentada la existencia en el siglo XVIII de al menos nueve expediciones de este tipo, sin contar las ilegales, como era el caso de la de L'Utile. M.A.

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