Floren Aoiz Escritor
Primavera vasca en pleno enero
Floren Aoiz remite al lector a la trayectoria histórica de ETA, a su decisiva incidencia en los cambios habidos en este país, para analizar la situación creada a partir del último comunicado de esta organización. La primera conclusión que extrae es que el escenario que se está abriendo en Euskal Herria es el que los estados español y francés «han intentado por todos los medios evitar».
Según una de esas anécdotas apócrifas que circulan por el mundo, un nuevo rico yanqui preguntó en cierta ocasión al dueño de la vieja mansión inglesa cuál era el secreto de su césped. «Debe cuidarse convenientemente durante, al menos, 1.000 años», fue la respuesta.
Más de uno debe estar preguntándose ahora, tras el comunicado de ETA, cómo puede obtenerse semejante notoriedad con unas cuantas palabras. Algunos pretendían hacernos creer que lo que esta organización pudiera decir carecía de importancia pero, por mucho que les moleste o les resulte incomprensible, ETA constituye un referente clave en la historia de este país y la expectación que suscita lo constata. Muchos, cuyos nombres hemos olvidado, ya han intentado antes demostrarnos lo irrelevante de los comunicados de ETA pero nuestra sociedad sabe que la decisión de esta organización es muy importante y va a contribuir de modo significativo al avance hacia nuevos escenarios.
Como los mil años del césped, la trayectoria de ETA es la que explica el eco de su comunicado. Su efecto precipitante en los cambios que ha vivido y protagonizado nuestro país en las últimas décadas es la clave de su referencialidad, como lo es de las críticas y fobias que ha desatado. Así, por ejemplo, es imposible comprender la decisión de ETA y las reacciones que ha provocado sin tener en cuenta la evolución histórica de la organización que acabó con Carrero Blanco mientras los partidos de Urkullu y Rodríguez Zapatero pactaban con los franquistas una transición mutilada.
El PNV, que lleva semanas contraprogramando el esperado comunicado de ETA, necesita hacer creer a la sociedad vasca que esto implica el fin de un ciclo inútil. Lo precisa para ocultar su involución y el fracaso de la estrategia pactista y colaboracionista que permite al nacionalismo español gobernar en Gasteiz e Iruñea. Y, sobre todo, para que no prestemos atención a su posición actual, mucho más cercana al espíritu del Arriaga y el ardanzismo que a la declaración de Lizarra-Garazi.
Ellos y otros nos dirán ahora que la decisión de ETA es fruto de la acción policial. Pretenderán justificar así la persecución de ideas ocultando el fracaso de su estrategia pero, de una manera cada vez más visible, algunas de las reacciones, sobre todo las de PSOE y PP, evidencian sus dificultades para digerir el nuevo escenario que se está construyendo en Euskal Herria.
El ratón ha burlado el cepo. Intentarán apuntarse el tanto, pero lo que está ocurriendo es precisamente lo que los estados español y francés han intentado por todos los medios evitar. Lejos de la escisión soñada, en una situación que nada tiene que ver con la debilidad que algunos esperaban en una izquierda abertzale tan dura como antidemocráticamente golpeada, estamos ante la ratificación de una arriesgada pero exitosa apuesta política.
En los últimos años han tomado cuerpo dos fenómenos que, sin duda, tienen que ver con la decisión que ahora ha adoptado ETA, como tuvieron que ver con la reflexión de la izquierda abertzale.
Por un lado, la estrategia de los estados español y francés, cada vez más unidos en sus objetivos y formas de actuación, respaldada por agentes locales y especialmente por el PNV, ha logrado militarizar tanto el territorio vasco como el conjunto de los estados español y francés, dificultando la actividad y las acciones armadas de ETA. Además, han encarado una labor de deslegitimación de la acción armada y justificación de la represión que ha desnaturalizado ante amplios sectores sociales la propuesta política de la izquierda independentista.
Paradójicamente, al mismo tiempo los nacionalismos español y francés han perdido terreno ante la pujanza del modelo de la construcción nacional vasca. El autonomismo ha perdido tanto terreno que ni siquiera el acuerdo logrado por el PNV ante la suprema debilidad del PSOE ha logrado hacerlo aparecer como una opción con futuro. El actual modelo de estado de las autonomías está estratégicamete agotado. Esto no quiere decir que vaya a desmoronarse espontáneamente de un día para otro, ni mucho menos, pero sí que es posible acelerar su crisis y facilitar el paso a otro escenario.
Pese a su ilegalización y en unas condiciones de criminalización y represión sin precedentes desde los años del franquismo, el independentismo de izquierdas ha logrado convencer e ilusionar, hasta el punto de facilitar la evolución de agentes y sectores ligados al autonomismo hacia posiciones en algunos casos independentistas y en otros, cuando menos, de defensa del derecho de autodeterminación y la construcción nacional muy alejadas del modelo estatutario.
La estrategia de los estados español y francés pretendía dar toda la centralidad al plano policial y llevar al independentismo de izquierdas a una situación de K.O. estratégico, de modo que las únicas opciones posibles fueran su marginación o su rendición. Sin embargo, la izquierda abertzale ha sido capaz de analizar correctamente la evolución de los acontecimientos y, sobre todo, ha dado un paso audaz y arriesgado, valiente aunque complicado, para eludir la trampa y, a la vez, explorar las enormes potencialidades de los cambios vividos en los últimos años.
La presa ha elegido otro camino, la trampa queda en evidencia y la debilidad del Estado se agudiza, porque ahora mismo no tiene estrategia de recambio, mientras se abren ilusionantes expectativas para el pueblo vasco.
Eso es precisamente lo que reconoce una y otra vez Rubalcaba cuando afirma que no piensan cambiar una sola coma de su estrategia. No van a cambiar fácilmente de estrategia por la sencilla razón de que no tienen otra. Nunca es tan débil un gobernante como cuando alardea de un inmovilismo que no es sino bloqueo estratégico.
La izquierda abertzale ha hecho mucho más que eludir la trampa a la que querían empujarla. Ha dejado en evidencia a quienes vendían la piel del oso no cazado, devolviendo la centralidad a la sociedad vasca y los esfuerzos de los agentes comprometidos con un escenario donde el pueblo pueda elegir entre todas sus opciones, incluida la creación de un estado propio.
Ahora se abre la puerta a una intensificación de los esfuerzos para movilizar a la sociedad vasca, profundizar las alianzas políticas y hacer más eficaz tanto el independentismo como la demanda de una trasformación social, aspecto este último cada vez más necesario en el contexto de crisis estructural y medidas neoliberales antisociales.
La prueba del algodón. El comunicado de ETA reafirma el protagonismo de todos los demás agentes. Se acabó hasta la última de las excusas. Ya no hay lugar para la duda o la confusión, ahora cada cual está desnudo frente al espejo o, mejor dicho, ante una sociedad que espera actitudes valientes y responsables y que no se resigna a asistir como invitada de piedra al debate sobre su futuro.
El compromiso de ETA es una llamada directa para que todos y cada uno de los demás agentes haga sus deberes, cada uno en su espacio y atendiendo a sus propias responsabilidades. Y especialmente quienes han mantenido que la acción armada era el obstáculo son quienes se enfrentan ahora, sin aplazamiento posible, a la prueba del algodón.
La gente sabe que es posible traer la primavera a este país y que enero es un mes tan bueno como otro cualquiera para hacerlo. No se trata de magia, sino de voluntad, ilusión, compromiso y responsabilidad. Ésta es la receta para conjurar las peores tempestades y hacer brotar nuevas flores en el terreno helado.