Sorpresa relativa la que se vivió anoche en Zúrich. Pocos se atreverán a poner en duda que Leo Messi sea el mejor jugador del mundo, pero las filtraciones -supuestas, habrá que decir visto el éxito- habían colocado a Andrés Iniesta y, en menor medida, a Xavi Hernández, como principales candidatos a hacerse con el Balón de Oro 2010, unificado desde ayer con el FIFA World Player.

Ni el gol del albaceteño en la final del Mundial ni la impre-sionante trayectoria de Xavi, cerebro de la campeona del mundo y del mejor equipo de la historia, pudieron con la magia de La Pulga, que se hace con el galardón por segundo año consecutivo.

En una noche de éxtasis blaugrana -el Barcelona colocó a seis jugadores en el once ideal, se llevó el galardón, copó el podio y tuvo a Pep Guardiola como finalista en el galardón a mejor técnico-, Leo Messi hizo valer su espectacular temporada con el club culé por encima de lo sucedido en Sudáfrica, de donde se marchó en octavos sin haber podido marcar un solo gol.

Unas cifras que contrastan con los 58 que ha anotado en los 54 partidos oficiales que ha disputado a lo largo de 2010 con el Barcelona. El agradecimiento que dedicó «a todos mis compañeros porque, obviamente, sin ellos no estaría aquí» al recibir el premio cobra así especial relevancia.

Y es que Messi ha conquistado prácticamente todos sus éxitos con el Barcelona, al que llegó con apenas trece años, un talento prometedor y problemas de estatura. En La Masía pusieron remedio a sus carencias y pulieron un brillante que fue recorriendo, desde infantiles, todos los escalones de la cantera culé hasta debutar con el primer equipo en 2004. Un año después, con 18, ya se había asentado en la plantilla con la que comenzó a acumular éxitos colectivos e individuales.

Doce títulos con el Barcelona, dos Balones de Oro y un FIFA World Player, en el que ha sido finalista en otras dos ocasiones, resumen torpemente en números lo que sólo se puede apreciar con la vista. La magia de un «canijo» de apenas 1'69, capaz de brillar en cualquier puesto del medio campo hacia adelante, con una velocidad endiablada y un instinto depredador letal, pese al que se ha convertido en uno de los mejores asistentes del mundo.

Virtudes que le han valido para conquistar su segundo Balón de Oro y que, con sólo 23 años, le permiten aspirar a igualar y superar a Johann Cruyff y Michel Platini, los únicos que lo han logrado en tres ocasiones.