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Fermín Gongeta, Sociólogo

La perversidad del «orden»

«El dominio de la información y el pensamiento de la mayoría» que los gobiernos ejercen lleva al autor a analizar el «orden» establecido para tal cometido. Con citas de diferentes autores explica el funcionamiento de la «maquinaria de fabricación del orden», concluye mostrándose de acuerdo con la afirmación de que «cuando el orden es injusticia, «el desorden es ya un inicio de justicia».

Era julio de 1998: Nos dirigíamos en Donostia por la Avenida de la Libertad, hacia la cabeza de la manifestación en defensa del diario «Egin», por la libertad de expresión, cuando hemos oído a nuestras espaldas, y refiriéndose a nosotros: «Todos estos son de ETA. ¡Qué cinismo!» Quienes lo dijeron caminaban en dirección contraria. Paseaban y esa era la libertad a la que aspiraban.

El sábado 8 de enero, trece años después, en la calle Euskalduna de Bilbao, se oyen los últimos gritos de la manifestación en defensa de nuestros presos políticos. Dos hombres se cruzan en mi camino. Uno de ellos grita con desprecio: «¡Son por esos de ETA! Yo los mataba a todos. Y también a todos estos que los defienden. ¡Que si están en la cárcel, por algo será...!».

Es como si el tiempo, la historia, el mundo, se hubiese detenido. Los gobiernos dominan la información y el pensamiento de la mayoría. Triste, pero cierto.

Ivon Dionne, escribió, también hace trece años, en el Quebecois libre: «Me sorprende ver cómo en las llamadas democracias liberales, la obediencia a las leyes, incluso a las más estúpidas, y opuestas al más elemental sentido común, y las mas contrarias a las libertades individuales, esa obediencia, incluso ciega, sea considerada como una virtud».

Analizando la vida política del reino español, si todos tuviéramos un momento de lucidez de manera instantánea, el horror de la vida cotidiana política nos dejaría completamente atontados, viendo como se conculcan inexorablemente los derechos individuales y colectivos más elementales.

Y es que ni al Gobierno central del reino, ni a los autonómicos vascongado y navarro, les interesa la separación, la independencia de Euskal Herria respecto de París o de Madrid, ni la concesión de las más mínimas libertades de participación política. Madrid y París son el centro de gravedad del poder en Euskal Herria, allí donde tiende inexorablemente, por la ley de gravitación universal de las grandes finanzas y económica de la globalización.

¿Opositores en Euskal Herria o en el reino, o en la república? No. Los gobernantes no lo permiten. A la negación de la mínima libertad de expresión llaman tolerancia cero. Tolerancia cero por parte de los gobiernos. No se pueden permitir lo que ellos llaman des-orden.

¿Detenidos? ¿Presos? ¿Familiares, amigos, compañeros? ¿Qué hacer con ellos, con esa minoría, permanente, contestaría y agresiva?

Ya lo pidió el que se paseaba por la calle Euskalduna de Bilbo: ¡Paredón! Paredón para los presos, que por algo están, y también para quienes les corean; que piensan como ellos, y son su apoyo, o su relevo de acción.

Esto es lo que hay, ¡incluso en Euskal Herria!, que es lo que más duele. Sin embargo, «no hay que esperar a que un estado sea tirano al cien por cien para llamarlo por su nombre, porque en ese momento será demasiado tarde... es eso el momento en el que el tirano nos impide hasta el derecho a la palabra». Escribe Pierre Lemieux.

Cuando los políticos se dirigen a nosotros, mujeres y hombres de la gleba, peones políticos, nos hablan de las perfecciones de sus planteamientos y de lo beneficiosas de sus decisiones. Mienten como diosecillos de viejos tronos. Pero no olvido que tienen sus abundantes seguidores. Y que, lo que es más grave y perverso aún, los poderes políticos disponen de su propia estructura mental, que intentan imponernos a través de todos los medios de comunicación. Y al final lo implantan por la fuerza. Confunden una representación ideológica -el neoliberalismo- con la racionalidad. Porque las grandes máquinas del poder siempre se acompañan de producciones ideológicas, por muy absurdas que sean, e intentan imponerlas como razonables.

Y la producción ideológica de los poderes es justamente la palabra «orden», la que representa la estrategia de los gobiernos español y francés frente a los disidentes vascos a los dos lados de los Pirineos. El «orden», su «orden», el que pretenden justificarlo como defensa frente al terrorismo mundial, y en Euskal Herria frente al por ellos denominado entorno de ETA.

«Orden» es una palabra formada por las letras iniciales de otras cinco palabras, que pueden ser todo lo variadas que ellos quieran. Y son muchas las palabras que empiezan con las letras de la palabrita «orden» tan sencilla como práctica, elegante, y que cuela fácilmente en el personal de a pie.

Las palabras que utiliza el Estado del reino para acoplarlas en su política frente al independentismo vasco, parecen ser las siguientes: Obediencia / Represión / Detenciones/ Encarcelamiento/ Nazismo (en estos momentos, en el reino, el «nacional socialismo»). Ése es el «orden». El «orden» que tratan de imponernos y que lo consiguen, porque ellos tienen el tiempo y el dinero.

Nosotros tenemos prisa en hacernos con nuestras libertades. He ahí nuestra debilidad, a pesar de la lógica del deseo. Lógica sí, porque si ellos tienen dinero, nosotros poseemos inteligencia y racionalidad, que es poder, frente a su «orden» y riqueza.

Remedando a Tony Duvert, se puede hablar sobre «las máquinas productoras, que han fabricado y expandido el `orden' en Euskal Herria y más allá. Pero no son los gobernantes, ni la Policía, ni militares, ni la Ertzaintza, ni las instituciones, ni siquiera las leyes los que nos quebrantan las libertades. Son los propios cerebros de los sumisos y acomodados. Porque son ellos quienes han asimilado el `orden' por ellos impuesto. Destruyamos el `orden' implantado y conservemos nuestros cerebros intactos. Porque únicamente así el verdadero orden brotará en la humanidad». («El abecedario del malévolo»).

Hablamos de libertad política, cívica, social, pero ¿es que puede haber libertad política sin un mínimo de bienestar, sin hambre, sin sed, sin posibilidades de atención médica? ¿Se puede ser libre en la miseria? La miseria, casi siempre, provoca sumisión. Sumisión por la impotencia.

Las políticas ultra liberales han implantado el «orden mundial», el de la pobreza y la muerte para la mayoría de la población en el planeta.

La política de austeridad ciudadana no hará sino agravar la situación económica y social de una Europa, ya avalada por el paro y la pobreza. En la Europa de los 27 estados, ya hay más de 23 millones de mujeres y hombres en paro, que representan cerca del 10 por ciento de la población activa -según la oficina de estadísticas de la Unión europea-.

Y 116 millones de personas estaban ya amenazadas de pobreza o exclusión social el año 2008. Cerca del 24 por ciento de la población mundial.

Eh aquí el orden de nuestra sociedad capitalista. ¿O es neofascista? ¿O nacional socialista? Poco importa el adjetivo. Pero eso es lo que han construido los políticos y estamos asimilando los pueblos.

El «orden» del poder es perverso y crea la injusticia. Por eso estoy completamente de acuerdo con Romain Roland, al afirmar: «Cuando el orden es injusticia, el desorden es ya un inicio de justicia».

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