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Los tunecinos salen a la calle para evitar que les «roben la revolución»

Los tunecinos de a pie que comenzaron las revueltas que provocaron la marcha de Ben Ali no quieren que el Gobierno provisional les «robe la revolución», introduciendo cambios superficiales para que lo fundamental del antiguo régimen permanezca. Por ello, exigieron ayer en las calles la dimisión del Gobierno de Mohammed Ghannouchi y que los caciques no sigan dirigiendo el país.

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I. LAMLOUM-T. MALTERRE (AFP) |

La presión de la calle en Túnez para exigir la dimisión del Gobierno de transición y los ministros surgidos del régimen de Ben Ali no cedió ayer, con la movilización de un millar de desheredados llegados del centro del país, donde surgió la «Revolución de jazmín».

Sindicalistas, opositores de izquierda, islamistas, ciudadanos de a pie, con mujeres y niños: miles de manifestantes -3.000, según un policía- se congregaron en torno a la palacio de la Kasbah, sede del primer ministro Mohammed Ghannouchi en el centro de Túnez, según periodistas de France Presse.

«El pueblo ha venido a hacer caer al Gobierno», coreaban desde el amanecer los participantes en la Caravana de la Liberación, llegados la víspera del centrooeste pobre del país, en las todavía desiertas calles de la capital.

Unidos a un flujo continuo de manifestantes de la capital, fueron los primeros en concentrarse junto a las oficinas del primer ministro, desbordando los cordones de policías y militares.

«Nos han robado nuestras riquezas, no nos robarán nuestra revolución», «No se perderá la sangre de los mártires», proclamaban dos pancartas colocadas en la verja de las ventanas del edificio, mostrando el desafío de la calle hacia el nuevo Gobierno, dominado por los caciques del antiguo régimen de Ben Ali.

Algunos miembros de las fuerzas de seguridad se situaron ante las pesadas puertas de madera de la Primatura, que una pintada rebautizó como «Ministerio del Pueblo». Otros grupos llegados de provincias no dejaban de sumarse a la movilización.

«Hemos venido de Menzel Bouzaiane, de Sidi Bouzid, de Regueb para hacer caer los últimos restos de la dictadura», destacó el viejo Mohammed Layani, envuelto en una bandera tunecina.

Menzel Bouzaiane, Sidi Bouzid, Regueb: los principales núcleos de la contestación del centrooeste descontento y desheredado, en primera línea de la revuelta popular e inicialmente estrictamente social que provocó el 14 de enero la brutal caída del presidente Ben Ali.

Muy contestado, el Gobierno parece contar con que el movimiento se desinfle en los próximos días y se esfuerza en encauzar al país relanzando especialmente la actividad económica.

Hoy será un día clave para medir la evolución del pulso entre calle y Gobierno.

Los estudiantes de Primaria, Secundaria y parte de los universitarios volverán a las clases, cerradas desde el 10 de enero, cuatro días antes de la huida de Ben Ali a Arabia Saudí, pero el sindicato de profesores de Primaria ha convocado una huelga general ilimitada a partir del lunes para exigir un nuevo Gobierno desprovisto de caciques de la era Ben Ali.

El ministro de Enseñanza Superior, el opositor Ahmed Ibrahim, pidió a los profesores que renuncien a «esta huelga irresponsable».

Asimismo, las autoridades anunciaron ayer la detención y el arresto domiciliario de dos de los más cercanos colaboradores de Ben Ali, el presidente del Senado y ex ministro del Interior Abdallah Kallel, y la eminencia gris del régimen, Abdel Aziz ben Dhia.

Otro próximo a Ben Ali, Abdel Wahab Abdallah, que manejaba la información y era particularmente odiada por la población, «está siendo buscado por los servicios competentes», según la agencia oficial TAP.

Por su parte, Arabia Saudí aseguró ayer que ha querido «contribuir a desactivar la crisis y detener el derramamiento de sangre del pueblo tunecino» al dar asilo a Ben Ali, señaló un portavoz de Exteriores, Osama Nogali.

El rey de Jordania intenta calmar las protestas callejeras

El rey de Jordania se esfuerza en calmar las calles tras varias semanas de ira popular contra la inflación y el paro, que la oposición islamista intenta aprovechar con fines políticos reclamando una disminución de las prerrogativas reales.

Abdallah II ha comenzado una serie de consultas con antiguos dirigentes, militantes, sindicalistas e islamistas «para escuchar las quejas de los jordanos y oír la voz de la calle», indicó ayer a France Presse un miembro de su entorno. Las consultas del rey con las diferentes tendencias políticas del país, «para acercarse a las reivindicaciones del pueblo», se producen tras una serie de manifestaciones estas últimas semanas, con una nueva movilización prevista para el viernes.

El movimiento comenzó espontáneamente hace dos semanas cuando jordanos sin afiliación política quisieron expresar su malestar ante el alza de los precios y sus dificultades cotidianas.

La oposición, especialmente el potente Frente de Acción Islámica (FAI), apoyada por sindicatos profesionales y los partidos de izquierda, se sumó a la protesta, organizando manifestaciones y sentadas para reclamar la dimisión del Gobierno [surgido de unas elecciones a finales de 2010 boicoteadas por la oposición].

«El rey no es un iluso. Sabe que al pedir la dimisión del primer ministro, el pueblo está criticando su gestión del país, porque él es quien nombra y despide al primer ministro», declaró a France Presse un antiguo ministro que pidió permanecer en el anonimato. Randa HABIB (AFP)

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