Si de algo ha podido presumir el Baskonia durante su época de crecimiento y confirmación en la élite continental, ha sido de ese «toque especial» que le ha otorgado la convicción en sus métodos, su privilegiada visión de los cambios que se avecinan y su gran respuesta ante cualquier adversidad. Sin embargo, da la sensación de que cuando el margen de superación es cada vez más pequeño, la vulgaridad se ha ido instalando en todas las entrañas del club, con el consabido peligro que eso acarrea para el presente y el futuro.

El título de la ACB de la pasada temporada es, probablemente, el último y el mayor de los milagros deportivos conseguidos, sólo superable con ese sueño llamado Euroliga. Ese cada vez menor margen de superación ha hecho que partidos como el de ayer en Alicante, o el de Valladolid, el de Estudiantes -hasta cinco de las seis últimas salidas, sólo se ha ganado a un GBC que también está en barrena- se hayan despreciado y el resultado haya sido muy similar, aunque probablemente ayer se tocara fondo.

Sin esa urgencia de mejorar cada segundo, el equipo se ha instalado ahora mismo en una especie de agujero negro que todo lo nubla y que lleva al equipo a pasarse casi siete minutos consecutivos acumulando pérdidas y sin casi tirar a canasta para encajar un 16-0 ante un Alicante que, por mucho que haya mejorado desde la llegada de Vidorreta, sólo tiene seis victorias; a que Mirza Teletovic termine un partido sin anotar un solo punto y lo que es más extraño, con sólo cuatro lanzamientos a canasta; a que por segundo partido consecutivo no se llegue a 70 puntos y la valoración no pase de 56; a que hasta diez jugadores del equipo rival anoten algún punto... sin que nadie, ni desde dentro ni desde fuera, sepa listar exactamente los motivos.

Cabeza fría

Como sucede en todos los equipos normales, la acumulación de malos resultados ha traído consigo la proliferación de dedos acusadores y buscadores de culpables que, como siempre empiezan a centrarse en la figura del entrenador. El fichaje de Batista -uno de los mejores ayer y que enseguida ha vuelto a recuperar sus números de Fuenlabrada- hace un par de semanas ya fue un toque de atención y un sustancial cambio en la manera habitual de moverse en el mercado del equipo gasteiztarra y Stanko Barac -el último producto de la factoría de Zurbano- parece estar sufriendo de esos efectos secundarios que se podían prever, por lo que frenarse, tratar de abstraerse de la nebulosa actual y saber canalizar la impotencia y la rabia de las últimas jornadas se antoja más importante que nunca.

Con matices de lesiones y diferentes problemas físicos como atenuantes, hace un año hubo fases de la temporada con muchas similitudes a la actual -eso sí, al menos se sacaban los resultados pese a la existencia de algún que otro mal día y se tenía a un referente muy claro como Splitter-, con la derrota de Copa ante el Real Madrid como mayor exponente de la impotencia y se supo dar con la tecla en el momento más oportuno.

En principio, no debería haber reto más estimulante que el de saber hacer de cada día una jornada especial y ése es precisamente el mayor reto que puede tener el Baskonia, el evitar que los éxitos lo conviertan en otro club más, en otro club vulgar.