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Raimundo Fitero

Escaqueos

Hace unos meses, en algunos noticiarios televisivos se nos ofrecieron imágenes del palacio de la Justicia de Valencia, en las que se veía a primeras horas de la mañana cómo llegaban unos coches, que aparcaban en lugar inapropiado con las luces de estacionamiento de emergencia, de los que bajaban unos funcionarios, subían unas escaleras, traspasaban una puerta y a los pocos minutos volvían a salir y se montaban de nuevo en su auto y desaparecían. Nos indicaron que se trataba de funcionarios que fichaban y se iban a sus asuntos, como puede ser llevar a los niños al colegio, ir a la peluquería o hacer horas extras en un bufete de abogados.

Estos días nos han ofrecido imágenes tomadas por una parlamentaria europea que se ha chivado de algunos de sus compañeros que van a la sede parlamentaria, fichan para cobrar la dieta de asistencia y salen corriendo a tomar un avión a la media hora que los devuelve a su lugar de residencia y circunscripción electoral. Entre ellas, una vasca. No señalemos. Da lo mismo quién sea y de qué partido, lo que transmiten con estos escaqueos no es solamente el poco respeto que tiene con sus electores y con las instituciones que representan, sino que se ríen, que forman parte de unos centenares de privilegiados que viven como príncipes, y todo a costa de los impuestos, solicitando a la vez a sus súbditos que se aprieten el cinturón.

No es necesario rebajar mucho el nivel de exigencia democrática, pero a la ciudadanía en general le empieza a entrar un cabreo que se va haciendo perpetuo, enquistado. Un desapego de la clase política que se la están ganado a pulso, porque en «El Intermedio», Fernando González `Gonzo', en uno de sus reportajes de choque, nos muestra como la señora Botella de Aznar utiliza el coche oficial para ir a la peluquería, y no solamente eso, sino que lleva, además otro coche de vigilancia, es decir dos automóviles y cuatro funcionarios para que la señora se haga el tinte. Un despilfarro. Una sinvergonzonería. Tienen un morro que se lo pisan. Lo más indignante es que se sabe, se consiente, se tapa, se relativiza. ¿Quizás porque todos chupan del bote?

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