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José Luis Orella Unzué Catedrático Senior de Universidad

Las razones sociales del suicidio

Dos suicidios que le han tocado de lleno en su vida, ambos de personas jóvenes, sirven al autor para reflexionar sobre el fenómeno social del suicidio. Afirma que no es un acto que carezca de sujeto y analiza las diferentes clases de suicidio, ya sea la elección voluntaria de «la muerte por un ideal», para poner fin a una enfermedad incurable, como «salida a una senectud avanzada», o como única salida de «una vida en depresión». El suicidio, concluye, es un activo social que merece «nuestra reflexión» y un «tratamiento detallado».

Últimamente dos suicidios me han tocado de lleno en mi vida. Ambos de personas jóvenes. Ambos de mi entorno más cercano. Estos casos de eutanasia me devuelven mis reflexiones sobre este tema. Según la Organización Mundial de la Salud, el suicidio es causante de más mortalidad que todos los conflictos bélicos del Planeta.

El número de suicidios de varones prácticamente triplica al de mujeres. La razón suicidio hombre/ mujer se estima que está: en USA 4/1, en Asia 1/3 (inversa) y en Europa en 3/1. En el Estado español, las cifras son prácticamente las mismas que las mucho más aireadas y conocidas de muertos por accidentes de tráfico. En los últimos 45 años en el Estado español la tasa de suicidios ha aumentado un 60%. También hay que decir, que ha aumentado considerablemente el suicidio entre la población joven, siendo la segunda causa de muerte tras los accidentes de tráfico.

La media aritmética de los veinticinco años entre 1980 y 2004 se sitúa entre los extremos de Asturias con 16,68 y Madrid con 5,28. Nafarroa con 10,50 y la CAV con 8,85 suicidios anuales se colocan al final de la lista. Catalunya, la CAV, Cantabria y Madrid son las comunidades con las tasas de suicidio más bajas.

¿Por qué las poblaciones más ricas de Europa se suicidan más que las menos ricas y, sin embargo, en el Estado español eso no se cumple, e incluso es en gran parte al revés?

El suicidio no es un acto que carezca de sujeto. Y a la hora de valorar el acto del suicidio hay que afirmar que «es un acto que la ley no prohíbe». Por otra parte, el Tribunal Constitucional español señala que no existe en el ordenamiento jurídico de este país el «derecho al suicidio». El suicidio es un acto de libertad sobre la propia vida y muerte. Y la ejecución de este acto constituye una manifestación del agere licere, en cuanto que la privación de la vida propia o la aceptación de la propia muerte es un acto que la ley no prohíbe. No obstante, si el acto de suicidio se toma con el supuesto ejercicio pleno de las facultades mentales, nadie podría impedirlo hipotéticamente, ya que lo contrario podría tratarse de un delito de coacción, que castigaría al que «sin estar legítimamente autorizado, impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe» (art. 172 del Código Penal).

Las iglesias cristianas han rechazado el suicidio. La Iglesia católica rechazaba al suicida y se le negaba la sepultura en el Campo Santo. Los teólogos de hoy le dicen a la jerarquía: «no declaréis contrario a la voluntad divina el que alguien se quite la vida cuando no puede vivirla como Dios quiere, porque Dios no puede querer que vivamos torturados, y cuando no podamos liberarnos de la angustia de otra forma, quiere que la muerte nos libere». En la Inglaterra anglicana de 1800, el cuerpo del suicida era castigado por la justicia públicamente siendo arrastrado por el suelo y estaqueado en el cruce de los caminos, sus bienes confiscados y la viuda desheredada y deshonrada. Sólo se aceptaba el caso del soldado vencido que se suicidaba por honor. Con esta excepción estamos aludiendo a la existencia de muchas clases de suicidio.

Uno de ellos es la elección voluntaria de la muerte por un ideal más excelso ya sea espiritual de llegar a un nivel superior de vida, es decir, morir por los propios ideales, ya sea de generosidad hacia otro u otros por los que se inmola eligiendo un camino que culmina sus ideales de generosidad, altruismo o caridad, o ya sea político, como es la inmolación por la propia patria. Es la ética de morir por un ideal y la estética de saber hacerlo.

Tenemos ejemplos en la historia y muy recientes de nuestros días. Los ataques suicidas efectuados por pilotos de la Armada Imperial Japonesa contra embarcaciones de la flota de los Aliados a finales de la Segunda Guerra Mundial cuando impactaban contra sus objetivos con aviones cargados con bombas de 250 kilogramos. Igualmente quemarse a lo bonzo es una forma de inmolación y suicidio al extinguirse en público como forma de protesta, desobediencia civil o acción solidaria por algún motivo. En septiembre de 1970, el que luego sería senador vasco Joseba Elosegi, prendió fuego a sí mismo durante la inauguración de los Campeonatos Mundiales de Pelota que presidía el dictador Francisco Franco en el Frontón de Anoeta de Donostia. El suicidio a lo bonzo el 17 de diciembre de 2010 de Mohamed Bouazizi ha sido considerado como el detonante del inicio de la crisis política de Túnez de 2010-2011, la llamada Revolución de los Jazmines que ha provocado la huida del país del presidente Zine El Abidine Ben Ali. Otros suicidios han desencadenado las revueltas árabes. Finalmente, el 22 de enero de 2011 el saharaui Mohamed Lamin Uld Salek Uld Mahmudi Said, siguiendo la estela de protestas iniciada por Mohamed Bouazizi, se quemó a sí mismo en el Smara (territorios ocupados por Marruecos) en una desesperada protesta por la libertad del pueblo saharaui.

El suicidio puede ser también el final elegido para una enfermedad incurable y muy dolorosa que arrebata cualquier esperanza de recuperación de la antigua calidad de vida, como el Alzheimer, la arterioesclerosis cerebral, el enfisema pulmonar avanzado, el sida terminal, etc.

También el suicidio es la salida a una senectud avanzada, sin presencia de enfermedades crónicas, pero al mismo tiempo sin la posibilidad de llevar una vida digna ética y estéticamente, viéndose el anciano inmerso en una incapacidad mental crónica. Estos ancianos, en momentos de lucidez, hablan explícitamente de su deseo de terminar su carrera vital con una muerte digna para ellos mismos y no trabajosa para aquellos que les rodean, que les cuidan con amor pero con muchas molestias y, a veces, les soportan.

También el suicidio es a veces la única salida de una vida en depresión. Y la depresión es una enfermedad más grave que el cáncer. El suicida busca romper con la situación agobiante en la que se encuentra. No busca directamente la muerte, sino la salida de ese íncubo en el que está sumergido. Por esto es conveniente que los que conviven con el que se encuentra en esta situación le impliquen directamente a hablar del suicidio con la esperanza de encontrar una catarsis. Porque la depresión y el cáncer no se curan con el soterramiento de la enfermedad. Pero tanto la depresión como el cáncer tienen curación.

El suicidio es un fenómeno social muy complejo que no puede ser olvidado en la cotidiana vida real ni evitado en los medios de comunicación como si no existiese en nuestras sociedades. El suicidio es un activo social que merece nuestra reflexión y que exige un tratamiento detallado desde el punto de vista familiar, social, económico, religioso y político.

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