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«Denostaban a Picasso llamándole caricaturista. Era cierto. Fue el mejor »

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Jesús Zulet

Caricaturista y creador de «Los guiñoles»

Iruindarra, empezó a estudiar arquitectura, pero sus trazos pronto se curvarían para dibujar rostros. La política le llamó pronto y se cebó con Amadeo Marco cuando militaba en la ORT. Después llegarían la prensa: «El Jueves», «Diario 16», «Pueblo», «Deia»... Hoy trabaja para Vocento. Sus caricaturas cobraron la tercerda dimensión en Canal+. Y le queda tiempo para dar clases en la Universidad de Alcalá.

Aritz INTXUSTA | IRUÑEA

Lejos de lo que cabría esperar, en la tarjeta de visita de Jesús Zulet aparece una fotografía con una escultura de una especie de diablo románico, junto a dos símbolos que se intuyen zodiacales o quizá alquímicos. El texto reza «Humor gráfico» y «Comunicación Visual». Zulet se mete en harina semiótica antes casi de que dé tiempo a encender la grabadora. El lenguaje visual, para él, es polisémico, polifacético. Ayer ardía en deseos de explicarlo, cuando abrió el II Salón del Cómic de Iruñea.

Una caricatura es un retrato pero añade algo más. Hasta ahí de acuerdo. Pero, ¿qué entiende cuando habla del lenguaje visual como algo polifacético?

Una cosa puede decir algo y su contrario. Vamos con el «Guernica», que es una fantástica caricatura de la guerra. Hay un toro que es un caballo. Si vemos al toro, el caballo nos choca y viceversa. Es lo uno y lo otro y es la guerra también. Pero lo que caracteriza a ese símbolo no es todo eso, sino la contradicción que supone que sea toro y caballo a la vez. Tiene muchos sentidos. Por eso me gusta tanto el románico, porque allí encuentro grandes caricaturistas. Toman algo de la realidad pero lo transfiguran para que adopte infinidad de significaciones.

¿Pero esto no trataba de exagerar para hacer reír?

Te voy a contar lo que es más importante para mí cuando trabajo. Lo que yo intento transmitir es una reflexión sobre una realidad que veo, construir un lenguaje múltiple y plural. Este tipo de comunicación es muy importante, ya no es un río que desemboca en el mar, sino que se diluye en miles de afluentes. Hitler dijo una frase demoledora sobre los vanguardistas, pero a los que nos dedicamos a la caricatura nos viene al pelo: «Hay que acabar con estos tipos que tienen una deformación visual, porque pueden desdibujar al pueblo alemán y contagiarle». Hitler detuvo a autores importantes y se los cargó.

¿No serían celos? Hitler era un pintor pésimo.

Pero en algo tenía razón. Nuestra forma de pensar, nuestra forma de transmitir se contagia, porque no es del todo racional, no se ciñe sólo a la realidad.

Entiendo, entonces, que hay dos planos en cada caricatura. Uno real y otro pura reflexión del dibujante. Sería ahí donde está el veneno.

Exacto. Pero muchas veces ni nos comprenden los que nos contratan. Ahí es donde nace la polémica. Pienso en la portada de «El Jueves» en la que salía el Príncipe y Leticia. Todo el mundo se imagina que los dos mantienen relaciones sexuales. El caricaturista pinta el imaginario. ¿Dónde está el delito? Si hubiera metido una cámara en la alcoba, entonces sí. ¿Por qué se puede decir «creo que los príncipes tienen relaciones sexuales» y no se puede dibujarlo?

Pero el lenguaje visual es un concepto muy amplio. Usted hace caricatura. ¿Acaso no hay diferencia entre la pintura como tal y la caricatura?

Yo creo que no. Siempre he defendido que Picasso es un gran caricaturista. Cuando querían denostar a Pablo Picasso le acusaban de ser un mero caricaturista. Piensa en un retrato de él. ¡Lo tiene todo! Deformación exagerada, mirada reflexiva... Y hasta la mayor parte de su trabajo son figuras en primer plano. Fue el mejor.

Insisto, ¿pero la caricatura no era humor?

Está muy unida al humor, sí. Al chocar los significados, al sorprender, la caricatura hace gracia, se vuelve cómica.

Pienso en Picasso y no se lo veo.

Porque resulta fácil olvidar que lo primero, lo principal de la caricatura es que mueve a pensar. Por eso Hitler la persiguió.

«Todos tus recuerdos son una caricatura»

¿Desde cuándo hablamos de una caricatura?

Para mí, lo que hay en las cuevas de Altamira son caricaturas. Después, en el románico, todo es caricatura. El género, como tal, explotó con la división entre protestantes y católicos. Los dos bandos la utilizaban para ponerse a parir mutuamente. Pero, incluso un recuerdo, es una caricatura.

¿No será exagerado?

Para nada. Voy a explicarte por qué. La memoria no es racional, no es exacta, es subjetiva. Si tenemos un rostro guardado en la memoria y lo rescatamos unos años después, no es perfecto. Y, con el paso de los años irá cambiando poco a poco. Mi madre se murió y yo la recuerdo exagerada, recuerdo exagerados sus pasos y, por qué no, también los rasgos de su cara.

Resulta duro de asumir.

Cargamos nuestros recuerdos de nuevos significados, de nuestra propia subjetividad. Tomamos unas cosas, las engrandecemos, y olvidamos otras. Por eso tenemos la cabeza llena de caricaturas. A.I.

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