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«Sin lucha y sin movilización no hay diálogo social que valga»

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Igor Urrutikoetxea
Responsable de LAB Internacional

Igor Urrutikoetxea acude al 16º Congreso de la Federación Sindical Mundial (FSM) con la mente puesta en lograr que se remarque la cooperación de los sindicatos alternativos, al considerar que «en este mundo globalizado también debemos globalizar el sindicalismo combativo y de clase».

Juanjo BASTERRA | BILBO

El 16º Congreso Mundial de la Federación Sindical Mundial (FSM) arranca mañana y se desarrolla hasta el domingo en Grecia con el propósito de cerrar el «Pacto de Atenas». Estarán representadas 200 organizaciones, respaldadas por 78 millones de trabajadores. El eslogan es «Trabajadores, alcé- monos. Contra la barbarie capitalista. Por la paz y por un mundo sin explotación». Igor Urrutikoetxea encabeza la repre- sentación de LAB.

¿Qué destacaría del congreso?

Se reafianzarán los acuerdos del anterior, con el objetivo de mantener una voz distinta al sindicalismo oficial representado por la CES en Europa y la CSI a nivel internacional. La FSM se reafirmará en su condición de sindicalismo de clase, caracterizada por la crítica radical al sistema capitalista; no de mejorar o maquillar el sistema capitalista, sino de erradicarlo.

¿Son críticos con la Confederación Sindical Internacional (CSI)?

Sí, porque apoyaron, junto a la CES europea, el Tratado de Lisboa. En el mismo es donde se establecían ya las políticas de privatizaciones, de recortes de prestaciones sociales, de retraso de la edad de jubilación y otras. Todas las medidas se están aplicando bajo la excusa de la crisis, pero ya estaban fijadas de antes. Lo más grave es que fueron apoyadas por el sindicalismo mayoritario e imperante. Por eso, desde la FSM queremos relanzar una apuesta por el cambio real.

¿Se ha elegido Atenas por el escenario de crisis por el que atraviesa?

No es casual que sea Atenas el máximo exponente de las políticas neoliberales de la UE. No son más que las que ya se habían aplicado en la década de los ochenta en América Latina, con algunos matices. Desde la FSM hay una crítica radical del Tratado de Lisboa, porque marca el destino de las políticas para recortar derechos sociales, laborales y económicos de los trabajadores y reducir el sector público, el gasto público. Lo que esconde la UE es el impulso al sector privado; dar mayores facilidades a las empresas para moverse de un país a otro, y flexibilizar el mercado laboral, con el objetivo de abaratar los despidos. Esas medidas ya se han conocido en Grecia, en Portugal y el Estado español, a la vez que se está impulsando el retraso de la edad de jubilación.

¿Qué se puede hacer para cambiar ese rumbo?

En Europa hay una pugna entre dos modelos sindicales. Uno es el imperante, que está en vías de agotamiento, con CCOO y UGT y otros. Se caracteriza porque la CES y la CSI han apostado por el diálogo social, como desarrollo de continuas reuniones dejando la lucha y movilización. Como consecuencia de esa apuesta, el sindicalismo europeo está sin dar respuesta -salvo honrosas excepciones- a temas tan graves como el retraso de la jubilación. Ni en Dinamarca ni en Irlanda, por ejemplo, ha habido respuesta en clave sindical. Porque el mal llamado diálogo social entiende que la lucha sindical es algo aislado y ocurre que aquellos sectores de la población que cada vez están más alejados ven como algo negativo el sindicalismo. El tercer factor es la dependencia de las subvenciones públicas, entendida como fuente de financiación, lo que ha llevado a la CSI y a la CES a hipotecar la línea sindical.

¿Qué propone la FSM en este congreso?

Vamos a apostar por un modelo sindical emergente, sabiendo que es minoritario, pero que tiene contrapropuestas y tres señas de identidad fundamentales. La primera es el rechazo al diálogo social tal y como se ha venido planteando hasta ahora. La necesidad de plantear las luchas en la calle y presionar a los gobiernos para llegar a acuerdos en favor de la clase trabajadora, Sin lucha no hay diálogo real que valga. También creemos que es necesario un sindicalismo sociopolítico, que plantee luchas con otros sectores de la sociedad, estudiantes, organismos populares, etc. Y, por último, un sindicalismo que se base en la independencia y en la autonomía financier, porque si no, estás en manos de las instituciones. En este momento de crisis se ha visto con más claridad en las mesas de negociación en que han participado quiénes son proclives al diálogo social.

¿Hay un modelo de respuesta en Europa en base a lo que dice, aunque sea minoritario?

Se está dando en Europa sí, como los casos de Grecia con la organización Pame; en Portugal, con CGTP, que impulsó las movilizaciones que han dado con la dimisión momentánea del primer ministro José Sócrates; el caso de Italia con USB y el sindicalismo de base, que el 11 de marzo llamó a la huelga general. Y está el caso de Euskal Herria, la única nación sin estado de Europa que ha respondido con una lucha y agenda sindical propias con tres huelgas generales con una mayoría sindical con otras claves. A nivel mundial es más complejo, pero se está condicionando a los gobiernos con la lucha, porque los culpables de la crisis no han pagado; y los gobiernos, en cambio, apoyan precisamente a quienes nos llevaron a esta recesión. No falta dinero, sobran ladrones, como dice el slogan. Es necesario que aumenten los salarios según la carestía de la vida, reducir el tiempo de trabajo para que ese 10% del paro europeo, o más del 12% en Euskal Herria, disminuya.

¿Hay una apuesta, de nuevo, por las 35 horas?

Nunca hemos renunciado a las 35 horas, es necesario mantener esa reivindicación. No se puede sostener que el desempleo aumente y la solución que planteen sea implementar reformas que abaratan el despido, como han hecho en Grecia, en el Estado español o en Portugal, por ejemplo. Para que el desempleo disminuya es necesario la reducción del tiempo de trabajo. Es válida la reivindicación de las 35 horas a nivel general. No puede ser que para cambiar esta situación se nos esté planteando precisamente el aumento del tiempo de trabajo. Como FSM se hará esa campaña y cada organización la traducirá después en su país, para no alargar el tiempo de trabajo ni en años ni en jornadas.

 

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