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HOY SE CELEBRa LA FINAL DEL CAMPEONATO DE PAREJAS

Miguel Gallastegui, palabra de pelotari

La final del Campeonato de Parejas que se disputa hoy es una excusa tan buena como cualquier otra para hacerle una visita al gran Miguel Gallastegui. Uno de los últimos supervivientes de la época dorada de la pelota a mano, el de Eibar no sólo fue un espléndido pelotari, sino que ha sido siempre un fiel aficionado de su deporte. Repasamos con él una trayectoria que no puede dejar indiferente a nadie.

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Asier AIESTARAN |

El domicilio de Miguel Gallastegui, en la donostiarra calle General Echagüe, es un pequeño templo de la pelota a mano. A lo largo de los años, el histórico ex pelotari eibarrés ha guardado con celo múltiples recuerdos de su trayectoria vital y deportiva, repleta de momentos y anécdotas inolvidables que todavía relata con enorme pasión. Un pequeño viaje a los años dorados de una modalidad que, en aquella época, era algo más que un simple deporte.

Tras darnos la bienvenida con efusividad, y antes de tomar asiento, Miguel nos muestra con orgullo una foto, sacada en 1970, en la que aparecen la mayoría de sus contemporáneos. Otra imagen del propio Gallastegui, durante un partido de plaza libre, destaca en la pared, mientras Miguel deja clara una de las claves sobre su forma de entender el deporte con la siguiente sentencia: «La pelota a mano como la conocimos nosotros ha muerto».

Se refiere, sobre todo, al material que utilizan los profesionales de hoy en día. «Antes el pelotari dominaba a la pelota, y ahora la pelota domina al pelotari», se lamenta el tricampeón manomanista, que sigue siendo un asiduo de los frontones, con especial predilección por el Astelena de Eibar y el frontón Galarreta de Hernani.

«Con ese bote, sale un pelotari en el primer partido o en el tercero y manda la pelota al rebote. Y los de Primera igual. Coge uno, pega al cuadro siete, y el otro, ya sea con la derecha o con la zurda, la pone otra vez en el cuatro sin ningún problema. Eso no puede ser», añade convencido pero sin querer polemizar demasiado.

Y es que el tener que tratar directamente con periodistas durante 70 años ha curtido sobremanera a Gallastegui en estas lides. «En nuestra época había periodistas muy entendidos, cuatro en San Sebastián y cinco en Bilbao», recuerda con añoranza. «Cuando un pelotari tenía un partido interesante iban allí, para ver cómo estaba. Si salías a jugar sin estar bien y perdías te comían vivo».

«Como en misa»

O dicho de otro modo, «entonces la pelota era sagrada». Porque Miguel Gallastegui echa mucho de menos algunos aspectos de la pelota a mano que están perdiendo vigencia en la actualidad, como la importancia del sonido de la pelota, por ejemplo. «La gente se sentaba en sus asientos como si estuviera en misa y seguían cada tanto con mucha atención, no como ahora, que la gente no para de gritar. No se escucha nada».

Nacido en el caserío Asolaigartza del barrio eibarrés de Amaña, los de Eibar y Gasteiz fueron frontones decisivos en la larga carrera de Miguel Gallastegui. Eso sí, si tiene que elegir uno, no tiene ninguna duda de que «el mejor frontón del mundo es el frontón Astelena de Eibar».

No lo dice a la ligera, y pone un argumento de envergadura sobre la mesa para defender tal postura. «En junio del año 1936 hubo una reunión de Enrique Vidarte con los pelotaris. Yo no era profesional todavía, pero estaba allí y me dijeron que me quedara. Terminó la reunión, la empresa nos dio bocadillos y los pelotaris se quedaron allí hablando. Estaban los diez o doce mejores de entonces: Mondragonés, Atano... Y todos coincidían en que el mejor frontón para jugar a pelota a mano era el Astelena de Eibar. Yo jugué en casi todos los frontones que había entonces, de Madrid a París, pero el mejor siempre el de Eibar. Y no lo digo porque sea de allí», sentencia.

Gasteiz, en cambio, fue la ciudad en la que Gallastegui se hizo pelotari. El cómo llega allí es un relato digno del mejor guión de Hollywood: «En la guerra estuve en todo el norte, hasta Gijón. En Vitoria también, y de allí fuimos a descansar a Teruel. Y estando en Teruel me salió el sarampión, unos granos enormes, y me llevaron a Mondariz a un hotel que hicieron para los soldados heridos. Y allí tuve la suerte de conocer una monja de Tolosa. Aquello estaba lleno de gallegos, catalanes... y el único vasco era yo. Aquella se dio cuenta y cuando venía a ponerme inyecciones solíamos hablar en vasco. En una de esas conversaciones me preguntó qué me gustaría hacer al salir de allí y yo le comenté que me gustaría ir a Vitoria, porque me quedaba cerca de casa. A los dos días me sacaron de allí y me llevaron a Vitoria en un camión. Todavía me acuerdo del frío que hacía. Me llevaron al cuartel y de allí al hospital militar. Allí me hice pelotari y allí jugué mi segundo partido profesional».

De hecho, el primer partido contra el legendario Luciano Juaristi «Atano III», contra el que Gallastegui jugó cuatro partidos que han pasado a los anales de la historia pelotazale, también surgió cuando el zaguero estaba de soldado en la ciudad alavesa.

«Había jugado contra Mondragonés padre e hijo y mi nombre ya sonaba entre la gente. José Arriola, que en paz descanse, comentó en una sociedad de Eibar a la que solían ir aficionados a la pelota que el partido más interesante que se podía poner era Miguel Gallastegi contra Atano III mano a mano. Estaba en el cuartel y me vino el cabo, que habían llamado desde el Ayuntamiento de Eibar y que a ver si podía ir a hablar con la empresa de Vidarte. Me dieron tres días de permiso para ir a Eibar a cerrar el tema, y yo encantado».

Sobre Atano III y Mondragonés

Era 1942 y Gallastegui, que tenía entonces 24 años, reconoce que «los Atano se equivocaron, porque creían que me iban a ganar fácil. El fuerte de Atano III era el saque, pero yo andaba muy bien restando. Jugamos el partido y gané yo», recuerda de un enfrentamiento que levantó muchísima expectación y en el que no faltaron reproches políticos para los protagonistas. Gallastegui derrotó a Atano III tres veces más: en 1945 dentro del Cuatro y Medio (22-11), en 1947 sacando del dos (22-9) y en 1948 en la final del campeonato manomanista oficial (22-6).

Del azkoitiarra, Gallastegui recuerda que «revolucionó» la pelota. «Le gustaba la pelota de toque y sacaba a tres sitios, a pared, al ancho y a la mitad. Sacaba fuerte y, si no le quitabas la pelota, te pegaba otros siete cuadros. Hacía tanto o perdía la pelota, pero era elegante y era muy bonito verle jugar».

No obstante, Gallastegui prefiere relativizar el dominio de Atano III, sobre todo cuando se le compara con otros grandes pelotaris de la época, entre los que destaca a Juan Bautista de Azkarate «Mondragonés», «un delantero pequeño» que podía jugar «contra los dos mejores» porque «tenía mucha fuerza y pegaba fuerte la pelota. Cuando veía que había espacio entre los dos rivales cortaba a la mitad, y si no, levantaba la pelota y le pasaba por encima al zaguero».

En ese sentido, Gallastegui valora incluso más al histórico pelotari de Arrasate: «Mondragonés jugaba sus 90 partidos al año y Atano jugaba diez o doce, todos preparados por él. En esos años el mejor era el que ganaba en la cancha, aunque no hubiera campeonato oficial. Y entre 1932 y 1940, por ejemplo, pelotaris como Etxabe IV ya le querían jugar. Pero «Pakorro» -un prestigioso cronista de la época- le decía a Atano que no les jugase, porque iba a perder. El año 1936, antes de que comenzase la guerra, jugaron en Deba Zabala-Mondragonés contra Atano hermanos. Me acuerdo que estuve subido a un árbol viendo el partido. Y Mondragonés sacó a pelotazos a todos los demás».

También recuerda con especial cariño a dos de sus rivales que en la actualidad se encuentran delicados de salud: José Luis Akarregi, al que ganó dos finales, e Ignacio Eizagirre. Del primero recuerda que «tenía estilo, sacando también era muy bueno... mira que había buenos pelotaris sacando como Atano y Txikito de Iraeta, pero nadie tenía la elegancia que tenía él. Si no era el mejor, no andaría lejos». Del segundo cuenta que uno de los primeros partidos que jugó en Madrid, en 1941, fue contra Irura-Eizagirre, campeones de España de la época y que eran ambos médicos de profesión.

Renuncias sonadas

Gallastegui no tuvo, en cambio, tan fluida relación con la mayoría de empresarios, y sus disputas sobre las cantidades a percibir -con sonadas renuncias a participar incluso en grandes finales- eran la comidilla en los medios de comunicación. Como ejemplo, nos muestra una noticia de aquellos años en la que se aseguraba que el zaguero podía perder hasta 125.000 pesetas -«podías comprar dos pisos con eso», advierte- por una sanción de seis meses. Según aclara, podía permitírselo porque «tenía otra vida aparte de la pelota» y porque «para cobrar, lo mejor es demostrar en la cancha».

Para que nos hagamos una idea de cómo funcionaban las cosas, nos pone un ejemplo de las negociaciones: «Me sancionaron seis meses sin jugar y para entonces yo ya tenía diez partidos contratados en Francia, donde ganaba más dinero que aquí. Me llamaron de la empresa a los dos meses, pero les dije que si no querían que no me pusieran, que yo ya me sacaría la vida sin ellos. Y además les dije que si querían que jugara me tendrían que pagar 50 duros más. Hasta entonces yo cobraba unas 2.000 pesetas por partido, 2.200 a veces. Y de allí en adelante ya empecé a cobrar 3.000. Eso sí, ya jugaba de delantero. Entonces los delanteros cobraban más, porque solían jugar menos años a pelota».

No faltará a la final de Bilbo

Como todos los años, Miguel Gallastegui tiene intención de presenciar la final del domingo en el nuevo frontón de Bilbo, a cuya inauguración también asistió. Además, guarda muy gratos recuerdos de sus partidos en el Club Deportivo, donde llegó a jugar «por la mañana y sin corredores». En palabras del campeón eibarrés, era tal el éxito de los festivales que «las mujeres se quejaron porque los hombres se iban al frontón y les dejaban a ellas fuera».

En cuanto al pronóstico para la final, Gallastegui ve acertada la decisión de Abel Barriola de no jugar sin estar al cien por cien, porque «lleva tres o cuatro partidos que se le ve que no está bien. Me da pena, pero si fuera su padre y viendo los problemas físicos que ha tenido, yo no le dejaría jugar», opina con decisión.

También le ha gustado el trabajo del joven David Merino, al que ya veía condiciones para la pelota: «Yo a ese chico ya le había visto algún partido en Logroño y en algún otro sitio también. Y me acuerdo que le dije a alguién: `Ese va a ser el mejor zaguero del campeonato'. Y digo públicamente que ha sido así».

Por ello, se lamenta de que Martínez de Irujo no haya podido estar a su nivel. «Le hemos visto mal, levantando los brazos, pegando a la pared... Y hay que pedirle un poco de respeto, sobre todo porque es el campeón. Un poco está bien, pero tanto...».

En definitiva, mil y una pinceladas de sabiduría cultivada durante casi un siglo de vivencias y dedicación a la pelota a mano, que hoy vivirá un nuevo capítulo en su larga y legendaria historia. Y el gran Miguel Gallastegui estará allí como testigo de honor. Palabra de pelotari.

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