CRíTICA cine
«Una dulce mentira», carta de un desconocido
Mikel INSAUSTI I
La comedia francesa sigue siendo un valor seguro, mucho más desde que Hollywood ha perdido el impulso de sus clásicos, los cuales procedían de Europa, con lo que las aguas vuelven a su cauce. Si un realizador actual de procedencia estadounidense invocase al maestro Lubitsch no nos lo creeríamos, pero si lo hace un Pierre Salvadori ya no hay motivo para reaccionar con tanto escepticismo.
«Una dulce mentira» es una brillante comedia de enredo, como no se veía hace tiempo. El guión que ha escrito con su habitual colaborador Benoît Graffin tiene unos diálogos inspirados y está repleto de situaciones ingeniosas, al mezclar un ramillete de enredos vodevilescos con la calidad de un texto que equilibra perfectamente el lenguaje cotidiano con el romanticismo poético. Y lo hace rompiendo esquemas y dándole la vuelta a los tópicos sociales, porque el inmigrante resulta ser el personaje instruido que escribe maravillosas cartas de amor en cualquier idioma, mientras que su jefa nativa es una peluquera que seguramente tuvo problemas para sacar el graduado escolar.
Con la interpretación de Sami Bouajilla, actor berebere nacido en Trípoli, Salvadori apela a su origen tunecino y dignifica al sector de población llegado al Estado francés desde el Norte de África, mejorando su imagen en el cine. Así, a quien trabajara como traductor para la Unesco, no se le caen los anillos por hacer de chico para todo o «chapuzas» en una peluquería, convertido en el centro de un triángulo sentimental que enfrentará a madre e hija por su amor. La madura Nathalie Baye pone la pasión desesperada y Audrey Tautou la belleza distante en un duelo maternofilial que no es tal, ya que la solidaridad entre mujeres acaba por imponerse. Por culpa de una sucesión de divertidos equívocos su relación será puesta a prueba, aunque les servirá para definir mejor sus respectivas naturalezas, la una como musa inspiradora y la otra, más joven, como maquilladora de realidades ingratas a las que meter la tijera de su oficio.