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CRíTICA clásica

El jazz se le escapaba

Mikel CHAMIZO I

Aunque, obviamente, lo hizo en una tesitura muy diferente de como suele tocar habitualmente, a Branford Marsalis se le escapaba el jazz por todas las costuras cuando tocó el jueves el clásico «Concierto para saxofón» de Glazunov. Se le notaba en el sonido, y en el vibrato, «demasiado personal» para tratarse de clásico, o en la manera de digitar escalas y figuras rítmicas, donde se intuía constantemente una tendencia al swing. Fue un Glazunov poco ortodoxo, definitivamente, pero al mismo tiempo muy interesante.

Marsalis ha afirmado que él intenta llevar estas músicas de abolengo y complejidad clásicas a un terreno interpretativo en el que sean fácilmente comprensibles para cualquiera. Y lo que logró con la partitura de Glazunov fue algo sorprendente, porque todo parecía fluir con lógica y facilidad, me atrevería a decir, casi, que con un toque pop. Su idea funcionó bien, aunque tampoco levantó grandes entusiasmos a tenor de los tibios aplausos del público.

Mucho más natural y estimulante fue la interpretación de la versión orquestal de la «Hot Sonate» de Erwin Schulhoff, que se mueve a medio camino entre Hindemith, el jazz y el cabaret berlinés. Aquí Marsalis se encontró con un mundo sonoro mucho más cercano a su especialidad, pero por alguna razón quiso mantenerse siempre comedido, incluso en los momentos en que la música permite claramente un arranque de arrebato en el saxo. Fue una versión notable, en todo caso, también por el cuidado trabajo tímbrico que realizó la sección de viento de la OSE.

Marsalis se despidió montando un pequeño trío de jazz con el batería y un contrabajista de la orquesta, que parecían, y perdón por la expresión, «acojonados» por lo que se les venía encima. Pero salvaron la papeleta, y bien, así que alardeen delante de sus amigos que han tocado jazz con Marsalis, que eso no lo hace cualquiera.

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