La cara y la cruz de un partido fueron más patentes que nunca en Mendizorrotza. Más allá de la honrilla habitual en estas citas -menos importante que nunca en esta ocasión-, el derbi entre Alavés y Eibar parecía poder marcar un antes y un después para ambos equipos. Resultado e imagen dejan bien a las claras cuál de los dos ve ese «después» de color de rosa, o casi, y cuál en tono ceniza oscuro.

Porque los azulgranas no sólo golearon, algo en lo que la fortuna puede tener una considerable incidencia. Es que fueron muy superiores a un rival apagadísimo, al que su mala racha -dos victorias en diez jornadas- le obliga a mirar hacia abajo: Real Unión y Logroñés pueden situarse esta tarde a sólo dos puntos del cuadro albiazul, amenzando incluso su plaza de play-off. Unos apuros que olvida, al menos por unos días, el Eibar, que se permite volver a aspirar sin complejos al primer puesto. El empate entre Mirandés y Promesas deja a los armeros a tres puntos del liderato.

El choque se decantó de inmediato. A los tres minutos de partido, Altuna, solo en el corazón del área, remataba a gol un saque de esquina. El Alavés no supo reaccionar y se dedicó a deambular sin argumentos que disimularan sus carencias. El Eibar, incrédulo, aceptó encantado y esperó otro regalo que se daba por seguro. Llegó a la media hora y de nuevo con protagonismo para Altuna, que supo aprovechar el desastre defensivo local.

En la reanudación se confirmó lo que ya se venía intuyendo, que los gasteiztarras no están ahora mismo ni para jugar la promoción. Los de Tomé, con el propio técnico a la cabeza, fueron zozobrando a medida que pasaron los minutos. Necesitaron un cuarto de hora de la segunda parte para disparar a puerta y lo hicieron con una candidez que casi daba lugar a la lástima. Para entonces ya habían encajado el tercero, por medio de un contragolpe que Alex García estrelló en el larguero y que Lago Junior recogió para finalizar a placer, ante la mirada de la defensa alavesista.

El Eibar arriesgó lo justo, la situación no lo requería, y no encontró problemas para mantener al Alavés alejado de su portería. Y tampoco para redondear una tarde perfecta. Así acabó llegando el cuarto, de nuevo con la firma de Lago Junior, y entre la mofa y los aplausos de la hinchada local, la más preocupante de las expresiones de pesimismo.