«Rechazamos la teocracia, pero también un laicismo como el francés»
Ajmi Louirimi conoce bien la saña con la que el ex dictador tunecino, Zine El Abidine Ben Ali, trató a los movimientos islamistas. Durante 17 años y medio, este filósofo tunecino fue encarcelado por su militancia en Al Nahda, organización islamista tunecina. A pesar de ello, su discurso es muy moderado. Tanto, que resulta difícil creerle.
Alberto PRADILLA
Louirimi habla pausadamente, sentado en un café de la avenida Bourguiba, mientras decenas de manifestantes reivindican que «la nación islámica no se rendirá nunca». Pero él se mantiene como si no tuviese nada que ver. Sólo levanta la voz para defender sus ideas.
Desde el inicio de la revolución Occidente agitó el fantasma del Islam. ¿Existe ese miedo en la sociedad tunecina?
¿Le has planteado esta pregunta a Hama Hamami [líder del Partido Comunista Obrero de Túnez]? ¿Le has preguntado si tiene miedo del Islam? La palabra islamista no tiene la misma connotación aquí que en Francia. Allí se asocia al 11-S, a los talibanes. Pero aquí está relacionada con la gente que respetamos los preceptos del Islam y que tratamos de reconciliar sus valores con los de modernidad y democracia. Existen grupos minoritarios que quieren practicar la sharia, pero no tienen ninguna influencia.
Entonces, ¿no cree que se está utilizando el Islam para condicionar a los tunecinos?
Incluso el nuevo embajador francés en Túnez ha reconocido que la amenaza islamista se ha terminado. Somos un partido que queremos participar en la vida política como el resto, respetamos las reglas de la democracia y apostamos por la alternancia pacífica. ¿Por qué vamos a tener miedo de un partido que respeta todas estas reglas?
Sin embargo, se les acusa de mantener un discurso moderado de cara a la galería y difundir otro en las mezquitas. En su opinión, ¿qué papel tienen que tener Estado y religión dentro del futuro Túnez?
Hay una minoría, una élite francófona, que apuesta por un Estado laico que imite el modelo francés. Nosotros no consideramos que el Estado deba de ser religioso, pero tampoco creemos que el modelo francés sea el adecuado para nuestro país. Estamos a favor de un Estado moderno, no medieval. Parece que tengamos que optar entre una teocracia y un laicismo. ¡Pero no solo existen estas dos visiones! Rechazamos la teocracia, pero también el modelo francés de laicidad. Tenemos el ejemplo turco, que ha probado que no hay un divorcio entre Islam y democracia. Que podemos ser demócratas y musulmanes.
¿Introducirán la cuestión religiosa en el debate constitucional que se abrirá a partir del próximo mes de julio?
Esto ya aparece en el primer artículo de la antigua Constitución. Y dice, simplemente, que Túnez es un Estado independiente, que su lengua oficial es el árabe y que su religión es el Islam.
¿Son partidarios de mantener este artículo?
Sí, porque su valor es simplemente dar una identidad musulmana al Estado. Esto no obliga a seguir una religión. Todos los tunecinos están vinculados a los valores islámicos, incluso si en su comportamiento individual no respetan la religión o no practican. Lo esencial es que esta identidad no prohíba el diálogo con otras culturas.
Durante los últimos meses se han registrado agresiones y se les ha señalado a ustedes.
Sinceramente, hay movimientos islamistas que han cometido errores, como pueden ser los casos de Afganistán, Irak, Somalia o Sudán. Pero aquí estamos hablando de provocadores, de gente que está tratando de explotar esta cuestión.
Nosotros, como movimiento islámico moderado, estamos en contra de utilizar la violencia para resolver problemas políticos. Las cuestiones políticas deben ser resueltas por vías políticas. Pero la violencia ha sido una cuestión utilizada mediáticamente. Vosotros, los vascos, no necesitáis que os lo explique. Lo conocéis muy bien.
Al margen de la cuestión religiosa, ¿cuál es su relación con el resto de partidos?
Desde 2006, construimos la Alianza del 18 de Octubre con otros partidos y organizaciones. Existe un diálogo y trabajamos sobre la base de la unidad, la libertad de expresión, de organización, de manifestación, la independencia de la justicia, contra la corrupción y a favor de la amnistía general.
Además, hemos consensuado documentos sobre la cuestión de la mujer, la libertad de credo y la relación entre Estado y religión. También hemos constituido, junto a otros, el Consejo para la Salvaguarda de los Logros de la Revolución.
Una institución que no ha sido reconocida por el Estado, que insiste en imponer un Consejo Revolucionario elegido a dedo y del que han quedado excluidas muchas formaciones.
Nosotros nos hemos comprometido a estar presentes, aunque cuando se anunció la lista de personalidades que la forma hicimos públicas nuestras reservas hacia algunas personas, que han sido miembros del antiguo régimen o que nunca pertenecieron a la revolución.
Pero, a pesar de ello, participarán en la institución.
Rechazamos una parte de ella porque no ha habido diálogo, porque se ha impuesto por el Gobierno o no sabemos qué fuerzas externas.
Siempre se habla sobre la cuestión religiosa pero en escasas ocasiones se les pide que expliquen cuál es su programa político o económico al margen de las mezquitas.
Para resolver los problemas económicos necesitamos estabilidad que atraiga a los inversores. Tenemos que revisar el modelo económico, que hasta ahora ha estado basado en Europa. Pero la estabilidad debe de ser una de nuestras prioridades, porque esto incentivará a los turistas y a los inversores. Si no, siempre existirá la amenaza de que la gente se subleve y que la revolución se reproduzca.
Esperamos que nuestros socios vengan a ayudarnos, que inviertan en nuestro país. Sobre todo, si mejora la estabilidad y la situación política. Incluso podríamos revisar las leyes para atraer, todavía más, a los inversores extranjeros. En este sentido, soy muy optimista.
«Las cuestiones políticas deben ser resueltas por vías políticas. Pero la violencia ha sido una cuestión utilizada mediáticamente. Vosotros, los vascos, no necesitáis que os lo explique. Lo conocéis muy bien»