El tsunami de Japón también dio el golpe de gracia al cultivo de vieiras en Chile
El tsunami que se originó en Japón el pasado 11 de marzo llevó hasta la otra orilla del Océano Pacífico la ruina a los cultivadores de vieiras en Chile, que vieron perdida su producción por lo que parecía sólo una pequeña ola, dando el golpe de gracia a una actividad ya amenazada.
Paulina ABRAMOVICH France Presse
En el otro extremo del Océano Pacífico cientos de criadores de moluscos chilenos se preparan para cambiar de vida, víctimas distantes del tsunami del 11 de marzo en Japón, cuya onda, a 17.000 kilómetros, ha dado el golpe de gracia a la producción local de vieiras.
«No creo que vaya a continuar. Hay demasiadas pérdidas. Antes podía conseguir todas las vieiras que quisiera y, ahora, mire...». Patricio sacude la cabeza mostrando un puñado de moluscos traído de su salida en la bahía de Tongoy, a 450 kilómetros al norte de Santiago.
Como el resto del litoral chileno, este pueblo de 5.000 habitantes estuvo en alerta por el tsunami del 11 de marzo, después de la catástrofe mortal en Japón. Y como otros en la costa, la alerta se levantó después de que pasaran débiles olas 24 horas después del seísmo, sin víctimas «ni daños significativos», según las autoridades.
Pero después de un viaje de 17.000 kilómetros, la fuerza de la onda era real. Bajo la bahía de Tongoy, envió a paseo a los bloques de hormigón de alrededor una tonelada, que sujetaban las redes o «linternas», en las cuales las vieiras suspendidas en pisos apretados esperan la madurez, al término de un ciclo de dos años.
«No era una olita»
«Jamás habría imaginado que haría tanto daño. Se pensaba que la ola moriría antes de llegar, o que vendría exactamente una olita», dice a Eduardo Briones, otro criador de moluscos de Tongoy.
«Pero no era una olita, era una corriente submarina que dejó todo patas arriba», añade, describiendo las redes enrolladas y los moluscos listos para ser recogidos caídos al fondo de la bahía».
Las autoridades aún no han calculado el volumen de las pérdidas en Tongoy, pero se elevarían a 3.000 millones de pesos (4,4 millones de euros) según la prensa local, y los cultivadores aseguran que entre el 50% y la totalidad de la producción se perdió a causa del tsunami japonés.
La bahía de Tongoy se había convertido en el feudo de las vieiras en Chile, uno de los primeros productores mundiales. Desde la década de los 80, los pescadores del pueblo se habían iniciado poco a poco en la cría artificial del molusco, alimentando una demanda mundial en alza, y olvidando la pesca tradicional, más aleatoria y peligrosa.
En 2006, el kilogramo de vieiras aportaba unos 15 dólares a los productores de Tongoy. Pero el precio había bajado bastante en los últimos años, a 8,3 dólares, por la competencia del vecino Perú, primer suministrador de los mercados europeos muy aficionados, como los Estados español y francés.
A causa de una mano de obra menos costosa, un medio marino que ayuda a una maduración más rápida de los moluscos y las facilidades administrativas, «la vieira peruana es mucho más barata», explica Franklin Muñoz, administrador de la empresa cultivadora Sacmar.
Dos productores se han visto obligados a cerrar el año pasado con 700 despidos, debido al efecto de la competencia peruana y la reducción de los precios. Y los cinco restantes (eran once en el momento más fuerte del boom) se mantienen sobre todo gracias al mercado chileno, cuya demanda ha aumentado durante el decenio pasado.
«Pero no podrán continuar» vaticina Briones. Como sus colegas, sólo ve otra alternativa: la reconversión, la vuelta a la pesca en el mar, después del golpe de gracia que no vieron venir, desde la otra orilla del océano.