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Persecución al independentismo

Cuando Sudáfrica vetó el polo anti-apartheid

La necesidad de hacer política legal hizo que el proscrito Congreso Nacional Africano (ANC) impulsara una amplia alianza en 1983. Aquel Frente Democrático Unido pudo operar durante cuatro años, hasta que el Gobierno racista dio otro paso e ilegalizó sus 600 organizaciones. El tiempo mostró que era una maniobra desesperada: sólo dos años después, el apartheid hacía aguas, y seis después, ANC gobernaba. Una historia a tener en cuenta.

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Ramón SOLA

Para encontrar una referencia similar a la situación de Bildu hay que alejarse de Euskal Herria unos 8.000 kilómetros y viajar en el tiempo un cuarto de siglo atras. En el conflicto político más similar y cercano al vasco, el de Irlanda, no hay parangón posible: la disidencia, Sinn Féin, siempre pudo hacer política legal, aunque se evitaran los pactos con ella y la voz de sus líderes no se escuchara en la BBC. En Sudáfrica, por contra, el Congreso Nacional Africano pasó justo tres décadas prohibido, desde 1960 a 1990.

Sus líderes, en el exilio o en la cárcel, entendieron entrada la década de los 80 que era necesario acabar con esa travesía del desierto. Brian Currin ha explicado esta historia en sus visitas a Euskal Herria: «Los opositores del apartheid no habían tenido oportunidad en todos esos años. Cualquier esfuerzo de acción política era destruido automáticamente. Así que esa comunidad se dio cuenta de que era necesario crear una estructura que no fuera prohibida».

La reflexión tuvo como fruto el llamado Frente Democrático Unido de Sudáfrica (UDF). Nació en 1983, en una época caracterizada por la confrontación violenta más cruda. En realidad, ése había sido el panorama del país desde que la mayoría negra tomó constancia de su situación. En 1960, tras la represión de una manifestación en Sharpeville que se saldó con 70 muertos, el Gobierno racista ilegalizó al ANC, que creó entonces una organización armada: Umkhonto we Sizwe (La Lanza de la Nación). Otro tanto ocurrió con otras formaciones como el Partido Comunista o con PAC (Congreso Panafricano), que también optó por la lucha armada a través de Poqo (Nosotros Mismos).

El último coletazo

El Frente Democrático Unido logró reunir a unas 600 organizaciones de todo tipo: grupos comunitarios, religiosos, políticos, culturales, estudiantiles, sindicales... Su origen no acarreó el final de la violencia ni derribó el apartheid, apuntalado un año después con la reforma constitucional de Pieter Botha. Tampoco supuso realmente la vuelta a la legalidad del ANC: como recuerda Currin, «los miembros del Frente cruzaron la frontera muchas veces en esos cuatro años para hablar de estrategias. No siempre estaban de acuerdo, pero el Congreso Nacional Africano en el exilio entendió que era necesaria una estrategia política para los que estaban dentro del país, les permitió tomar un punto de vista distinto». Sin embargo, la unidad de fuerzas legal sí mostró la potencialidad de la acción política y de la acumulación de fuerzas. También fue una inversión para el futuro, añade Currin: «Se logró una estructuración política que nunca había existido en organizaciones negras. Si no, cuando se legalizó el ANC habría sido mucho más difícil».

Al Gobierno racista tampoco le pasó desapercibido el riesgo que acarreaba aquel «polo». En 1987, Botha dio un nuevo paso e ilegalizó al Frente Democrático Unido, y a continuación se hizo otro tanto con las 600 organizaciones que lo componían y se encarceló a sus líderes, entre ellos el reverendo Desmond Tutú, luego Nobel de la Paz. La medida se interpretó entonces como una prueba evidente de firmeza, pero muy pronto pasaría a la historia como lo contrario: el último coletazo de la bestia.

Sobre las cenizas de UDF surgió en 1989 el llamado Movimiento Democrático de Masas, que entre otras cosas logró convocar un paro general que sacó a las calles a tres millones de personas, negros y blancos. En un contexto de fuerte presión internacional sobre el régimen, y con De Klerk -firmante de la Declaración de Bruselas- ya en el gobierno en sustitución de Botha, poco después este movimiento lograría realizar la primera manifestación legal contra el apartheid desde 1959. En 1990 Mandela salía de la cárcel. En 1992 se confirmaba la legalización del ANC. Y en 1994 arrasaba en las urnas, con el 63% de los votos. Gobierna desde entonces.

De Mandela a Otegi

Aquel Frente Democrático Unido deja otra anécdota significativa para quienes esta semana se hayan indignado con el espionaje a Arnaldo Otegi y la difusión de sus conversaciones privadas sobre Bildu. La cuenta Mary Benson en las memorias de Mandela. En aquel 1983, «los Mandela no podían hablar directamente de la fundación de UDF en las visitas mensuales de Winnie [entonces esposa de Nelson] a la cárcel de Pollsmoor. Sin embargo, cuando fue elegido miembro honorario logró hacer llegar su agradecimiento. Su mensaje ante la primera conferencia nacional de UDF, en agosto de 1983, fue acogida con una ovación de los asistentes puestos en pie».

 

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