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Iñaki Urdanibia Doctor en Filosofía

Un nuevo léxico

Otro que de titulaciones académicas nada de nada, pero de trampas sí, se hizo el «guay», en su comportamiento a lo Pilatos, diciendo «qué papelón» tenían los jueces, como si ellos nada tuviesen que ver con el tema

Cada régimen crea un lenguaje a través del que se le conoce, o se conocen sus intenciones con respecto a sus ciudadanos y a sus propios intereses; lenguaje que se convierte en moneda corriente entre sus ciudadanos, que al hablar repiten los términos tergiversados como si de oro de ley se tratase. No es la ocasión de venir aquí sobre ello, baste con nombrar a Jean-Pierre Faye y su estudio sobre los «lenguajes totalitarios», a Victor Klemperer, que analizaba con brillo el «lenguaje del Tercer Reich», o a Domenico Losurdo, centrado en la actualidad globalizada e imperial, o a Eric Hazan hurgando en el lenguaje sarkozyano, o a muchos otros que no vienen al caso, como digo.

Si ya es propio de los prohombres de estos lares soltar sin sonrojarse aquello de «que piensen ellos», en este terreno -en el de la creación de lenguajes ad hoc- quieren mostrar su particularidad y convertirse una vez más en vanguardia de la innovación, de la estupidez y la desvergüenza, para que luego digan que no son capaces de inventar nada. Duro lo tienen los redactores del Código Civil y el Penal para redactar nuevos artículos adecuados a esta revolución jurídica en marcha. El asunto de la impugnación de las listas de Bildu -en continuación de las de Sortu- es un cúmulo de creatividad en lo que hace a términos que son tan sólidos e inamovibles en su exactitud y univocidad como un kilo de chicle bien masticado. Sirven sus palabras tanto para un zurcido como para un descosido, o abracadabra... ¿serán ese tipo de «palabras-maletas» de las que hablase el bueno de Roland Barthes? Cualquiera que lea la prensa o vea la caja boba tendrá presentes voces como «contaminación», «trampa», «verdaderas intenciones», «sinceridad», a las que se han venido a añadir en estos últimos días «icónicos», «contagio subjetivo», como colmo del colmillo. En las sesudas aportaciones de la Abogacía del Estado se hablaba de que algunos de los independientes de las listas resultan «icónicos», ya que pueden ser identificados por los posibles votantes como miembros de la izquierda abertzale ilegalizada (¿hay otra?); casi al mismo tiempo, el fiscal del Estado, de nombre Cándido, soltó sin despeinarse que «ETA ha contaminado subjetivamente las listas»... ¡anda la osa! No hay dios que entienda semejantes sutilezas, a no ser que te dejes guiar por la mala fe o los intereses partidistas, o por alguna tara o deficiencia de partida, innata, vamos. No sé... Al final los independientes habrán de ser extraídos de la nada, pues si no, ya me contarán: por ser familiar de, por haber sido interventor, por conocer a, por participar en facebook, por pensar no sé cómo... Si esto que digo es difícilmente subsanable, quizá quepa una esperanza en las capacidades que el tal Cándido y ahora el Tribunal Supremo otorgan a la nombrada organización armada, con sus poderes subjetivizadores, extrasensoriales o vaya usted a saber, y ésta haga que las cosas se conviertan en lo que no son o en lo que son, o en hacer que todas estas lumbreras jurídicas/ judiciales se convenzan subjetivamente u objetivamente de sus comportamientos aberrantes, por ejemplo. Ante todo ello, Europa nada dirá, pues se quedó muda desde el rapto al que fue sometida por el torito de marras (¿sería del de Osborne?).

Si algo faltaba para redondear la jugada, viene el ministro Ramón, el de Herrera, y dice que ellos se mueven únicamente con «argumentos jurídicos» (como siempre en su caso, y baste recordar aquellos años de pura ley en los que él era delegado del Gobierno central por acá, tiempos de galosos y de cal viva, con el cuartel de cerca de su casa natal, en plena aplicación de la bañera, que diga de la ley); «jurídicos», dice... que venga dios, con toda su cohorte celestial, y lo vea: si los argumentos (?) por ellos empleados, y aquí apuntados de pasada para no aburrir, son basados en «fundamentos jurídicos», pongo en seria duda la solvencia adquirida por don Ramón en la carrera que dice haber estudiado, o... ¿se la dieron con unas chapitas de Coca-cola? Mientras tanto, otro que de titulaciones académicas nada de nada, pero de trampas sí, se hizo el guay, en su comportamiento a lo Pilatos, diciendo «qué papelón» tenían los jueces, como si ellos nada tuviesen que ver con el tema, así como quien amaga a la derecha para golpear a la izquierda... aunque lo de derechas e izquierdas mejor no meneallo.

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