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Koldo CAMPOS Escritor

¿O bombas o votos?

Esa era la propuesta que el Estado español hacía a la sociedad vasca. ¿O bombas o votos? insistía Rubalcaba poco antes de impugnar los votos y de que el Tribunal Supremo los ilegalizase. A falta de que el ventrílocuo ponga a hablar a su tercer muñeco y el Tribunal Constitucional concluya la función, sea ratificando el fallo, inhibiéndose y dándolo por bueno, o corrigiendo un par de grados la general contaminación para que el diagnóstico siga siendo el mismo... ¿Qué queda de la propuesta?

Están desesperados, puestos en evidencia, desarmados. En su demencial apuesta por la violencia no acaban de entender que la respuesta no la determina su pregunta.

Muchos años antes de que naciera ese trujamán portavoz del gobierno y descubriera el valor de los votos, ya el pueblo vasco vivía en democracia. Sólo la contaminación que le ha supuesto el Estado español le ha impedido disfrutarla a plenitud.

Es el Estado español quien necesita la guerra para poder seguir justificando el fraude y la conquista, pero la respuesta de la sociedad vasca, su vocación democrática, tan antigua como la moral con que la ha defendido, no la impone Madrid. Cuanto más reivindique la sociedad vasca su derecho universal al voto, cuanto más unitaria y masiva sea la propuesta democrática, más aislado y vulnerable va a quedar ese Estado.

Lo que en su irracional y artera propuesta nos está diciendo el Estado español es que por ahí viene la independencia, ese bendito día en que la suerte de esta sociedad, su gobierno y justicia, su presente y futuro, su progreso o su ruina, no la decidan otros.