Arturo, F. Rodríguez | Artista
Técnicas y caminos
Es sabido que el arte se relaciona con la técnica. En un paso más allá, el hecho de que el arte sea en sí una técnica nos lleva a entender su característica experimental. En épocas pasadas, en los movimientos de vanguardia, la perspectiva técnica del arte llevaba adscrita una condición iconoclasta. Así el futurismo se encargó de derribar imágenes, muros y tradiciones que constreñían la expresión artística; por su parte, las neovanguardias de los años 70 quisieron trabajar con la posibilidad liberadora de la tecnología. Sin embargo, muchas de las prácticas artísticas actuales se amparan en la ideología de la novedad tecnológica como garantía de valor estético. La vida en el interior de la máquina urbana nos entrega a formas de seducción sofisticadas en las cuáles la tecnología nos atraviesa dulcemente mediante la sensación de estar «integrados». Ser es estar conectado.
Es cierto que el tipo de sociedad en la que vivimos, cuyo imaginario se actualiza automáticamente, deja pocas grietas para la disidencia. Pero ya no se trata tanto de la división entre apocalípticos e integrados (de tecnofobia o tecnofilia), sino de hallar zonas o mecanismos que nos permitan volver a tomar la palabra a través de la tecnología. J.L. Brea hablaba de «tensamiento técnico»: «Cuando el pensamiento se relaciona con la técnica bajo un régimen de insumisión su resultado se llama: arte». No puedo abstraerme de una imagen para esta cita, aunque seguramente lo que uso para esta asociación sea algo forzado. Se trata de los «senderos de deseo», esos caminos que surgen espontáneamente en zonas urbanizadas y que son trazados por la erosión del paso de la gente al buscar el camino más corto. Pensamiento, acción, técnica e insumisión, todo en uno.