La pírrica derrota que el PSE aprovechó para dar un golpe de Estado con el PP
Txisko FERNÁNDEZ
Pírricas son aquellas victorias en las que el ganador no obtiene ninguna ventaja de su teórico triunfo o, incluso, sale más perjudicado que quien a primera vista resulta perdedor. En la batalla política que hace dos años condujo a Patxi López hasta Ajuria Enea no puede utilizarse la expresión «victoria pírrica» porque, se mire como se mire, el PSE perdió aquellas elecciones. Los datos son los datos: la candidatura de López se quedó a 80.000 votos y 5 escaños de la que encabezaba Juan José Ibarretxe. La misma noche electoral su rostro reflejaba el dolor de la derrota, agrandada por las propias expectativas que había creado el PSE, dando por hecho que, en el peor de los casos, la victoria del PNV sí sería pírrica.
Los dirigentes del PSE contaban de antemano con la repercusión que el apartheid político -la anulación de las candidaturas de la izquierda abertzale- iba a tener en la configuración del Parlamento de Gasteiz. Dejar sin representación a 100.000 votantes impedía al PNV lograr una mayoría parlamentaria suficiente para hacer frente a un candidato del PSE apoyado por el PP. Así, sucedió que fue el partido de Rajoy y Basagoiti el que cantó victoria y el que invistió a López como lehendakari.
Fue la victoria del pacto de Estado entre los dos grandes partidos españoles. Fue un golpe de Estado a la democracia en Euskal Herria. Pero, como está demostrando en estos últimos días la mayoría social y política vasca, ésa sí fue una victoria pírrica.