Richard Weyndling Solidaridad con Palestina
63 años después, por la revolución democrática en Palestina/Israel
Después de largos años de retroceso, la juventud palestina intuye que, de repente, el camino hacia la consecución de sus justas reivindicaciones está más despejadoEl torbellino de revolución, represión y guerra que ha pasado por el Magreb y el Oriente Medio en los últimos meses ha sido reflejado en medios occidentales con la acostumbrada mezcla de sesgo y etnocentrismo.
Oleadas de noticias mal informadas sobre los complejos acontecimientos en Libia y Siria (los dos únicos países de la Liga Árabe con dictadores incómodos para los intereses occidentales) por un lado, y un silencio casi total sobre la represión brutal aplicada por los dictadores amigos de occidente en Bahrein, Yemen y Arabia Saudí, por el otro.
Los procesos revolucionarios que están teniendo lugar en Túnez y Egipto han quedado relegados a un segundo plano. Y una de las consecuencias más importantes de la revolución de la plaza Tahrir -el cambio radical en la relación de Egipto con el conflicto Palestina-Israel- no está siendo analizado apenas.
El nuevo Gobierno egipcio, aunque encabezado por militares, ha demostrado que no está dispuesto a seguir la política del dictador Mubarak y plegarse a los intereses de EEUU e Israel.
Ha promovido un acuerdo de paz entre Fatah y Hamas, abriendo el camino para nuevas elecciones palestinas y un gobierno de unidad nacional. Por muchos obstáculos que tenga por delante, la reconciliación tiene una importancia simbólica enorme para el pueblo palestino. Y si llega a buen puerto, frustrará el deseo del Gobierno sionista de hacer permanente la ruptura entre los dos principales partidos palestinos y entre Cisjordania y la Franja de Gaza.
Al mismo tiempo, da la puntilla al «proceso de paz» entre Israel y Palestina que no fue nunca tal cosa, sino más bien una pantomima que permite a Israel alargar eternamente las negociaciones mientras se adueña cada vez más del territorio palestino.
El Gobierno egipcio ha prometido también abrir de manera permanente su frontera con Gaza, impidiendo de esa manera la realización de otro objetivo prioritario del Gobierno israelí: la derrota de Hamas a través del lento estrangulamiento de la población de la Franja.
En los últimos meses la situación política de Palestina ha girado 180 grados. La negociación ha remplazado a la división política interna. La determinación de buscar el reconocimiento internacional de un estado palestino ha remplazado a la claudicación ante Israel. Y el apoyo explícito a Palestina de gobiernos como Líbano, Egipto y Turquía ha remplazado al aislamiento en su entorno inme- diato.
Todo esto y la energía de la ola revolucionaria que está arrasando en todos los países de la región han creado, inevitablemente, un nuevo ambiente de esperanza entre la población palestina. Después de largos años de retroceso, la juventud palestina intuye que, de repente, el camino hacia las consecución de sus justas reivindicaciones esta más despejado.
Estas demandas son: el fin de la ocupación israelí de tierras palestinas, la destrucción del muro de apartheid que Israel ha construido ilegalmente en Cisjordania, y el retorno a Palestina de los millones de personas refugiadas.
Un levantamiento pacífico al estilo de Egipto o Túnez no es una opción para la población palestina. Israel ha construido barreras físicas que impedirían una marcha masiva sobre Jerusalén, por ejemplo, o desde Gaza hacia Tel Aviv. Y las fuerzas de ocupación sionistas han demostrado una y otra vez que no les importa matar a civiles para mantener su dominio.
Enfrentada con esta implacable realidad, la sociedad civil palestina ha pedido a la comunidad internacional que se una a la campaña de boicot, desinversiones y sanciones contra Israel.
La campaña, basada en la exitosa experiencia de boicot contra el apartheid en Sudáfrica, busca ejercer una presión económica y sin violencia que al final obligará al Gobierno israelí a plegarse a las justas e internacionalmente reconocidas demandas del pueblo palestino.
El 15 de mayo es el día de la Nakba, la catástrofe de hace 63 años, cuando las milicias sionistas crearon el estado de Israel, expulsando a la fuerza la población autóctona palestina. Este domingo cientos de miles de banderas palestinas colgadas en balcones y ventanas declararán la solidaridad del mundo con la lucha del pueblo palestino para ganar sus derechos democráticos y recuperar su país.