Última jornada decisiva
A por el tercer final de infarto en apenas cuatro temporadas
Natxo MATXIN
El que haya que esperar hasta la última jornada para saber si Osasuna será un año más equipo de Primera se está convirtiendo en un ritual demasiado frecuente, si bien el que hasta el momento se haya saldado siempre con un balance positivo, permite hablar de un día de celebración en el que nervios y sufrimientos, pese a todo, también están muy presentes.
No en vano, esta situación va camino de convertirse en una arraigada costumbre, en detrimento de los maltrechos corazones rojillos. El choque contra el Villarreal será el tercer final de infarto que vivirán los seguidores osasunistas en las últimas cuatro temporadas, demasiados sobresaltos para una hinchada a la que no le ha quedado más remedio que convivir con la adrenalina, lo que, visto desde una perspectiva pasional, también tiene su punto atractivo.
Aunque como se ha dicho, esta dinámica se ha acentuado exponencialmente en las campañas más recientes, fue Miguel Ángel Lotina, en su debut con la escuadra encarnada en Primera, quien abrió la espita de las angustias. Los incondicionales rojillos iniciaban el siglo XXI y su nueva singladura en la máxima categoría con la espada de Damocles del descenso bien presente sobre sus cabezas.
Con una plantilla muy justita en cuanto a calidad, el técnico de Meñaka tuvo que hacer encaje de bolillos para llegar a la penúltima jornada de la 2000-01 dispuesto a jugarse el todo por el todo en un partido a muerte contra el Zaragoza en el que sólo cabía la victoria. Un chutazo de Jusué desde casi medio campo posibilitó que la esperanza no se extinguiese.
Y el milagro terminó de materializarse en Donostia, con un Anoeta volcado con la formación rojilla y una Real que no quiso hacer sangre de un equipo que llegó justo de fuerzas a final de campaña. La lógica alegría navarra se tradujo en la imagen que siempre quedará en el anecdotario osasunista de su entonces presidente, Javier Miranda, bañándose en La Concha.
La era Lotina tocó a su fin al año siguiente y la llegada de Javier Aguirre como nuevo técnico no evitó que el equipo siguiese sufriendo para mantener la categoría, pero al menos no de manera agónica en su última jornada. Al preparador mexicano, ahora implicado en la lucha por salvar al Zaragoza, le costó su tiempo el aclimatarse, pero sobre todo acomodar el estilo de juego que tenía en su mente a las condiciones de la plantilla.
A trancas y barrancas, con una irregular trayectoria marcada por rachas favorables y otras contrarias, Osasuna navegó en más de una ocasión por los puestos de descenso, pero El Vasco siempre consiguió sacar a flote a la nave antes de que llegasen los apuros del final de campaña, salvándose con cierta antelación.
Dos match-balls seguidos
Ziganda heredó un grupo ya cohesionado y sólo la exigencia de tener que jugar entre semana por su largo recorrido en la Copa de la UEFA evitó que la salvación llegase antes, aunque no tuvo que ser en el último suspiro. Bien diferente a la siguiente, el equipo había quedado desmantelado en sus piezas más importantes y llegó el primero de los match-ball más recientes del sufrimiento.
Fue en Santander, donde la agonía todavía se hizo más angustiosa por el retraso del inicio del choque tras la tromba de agua que cayó en los momentos previos al Mallorca-Zaragoza, curiosamente ahora dos de las escuadras implicadas en la lucha por evitar el descenso. Finalmente, con un ojo en El Sardinero y otro en Son Moix, Osasuna evitó el desastre gracias a una diana de su ex Pierre Webó.
No contentos con poner a gran parte de su hinchada al borde del infarto, los rojillos repitieron sensaciones la campaña inmediatamente siguiente, esta vez con José Antonio Camacho en el banquillo. Un golazo de Juanfran en la segunda mitad permitió ganarle 2-1 al Real Madrid y salvar de nuevo la categoría. Ahora se vuelve a repetir la historia, confiando en que también tenga el mismo final.
El club rojillo busca otro llenazo este próximo sábado y para ello ya se ha puesto manos a la obra. A partir de hoy los socios podrán volver a retirar una entrada para un acompañante al módico precio de cinco euros.
Algunos seguidores rojillos ya han comenzado a plantear iniciativas a través de la red para arropar a los rojillos. Entre otras, la de acudir a la puerta de vestuarios para animar al equipo cuando llega al estadio.
Cani será baja segura para el choque dado que padece un esguince en su tobillo derecho, que se produjo frente al Real Madrid. Algunos jugadores como Borja Valero ya están pensando «en descansar para preparar bien la previa de la Liga de Campeones».
Ante el Villarreal también sucederá. Una de las grandes ventajas con las que ha contado Osasuna en las temporadas en las que ha tenido que jugarse la vida en la última jornada es que casi siempre sus rivales no necesitaban la victoria, si exceptuamos el caso del Racing en la 2008-09, que necesitaba los tres puntos para acceder a la Europa League.
En la 2000-01, la Real ya había certificado la permanencia en la penúltima jornada tras ganar en San Mamés, por lo que afrontaron el envite frente a los rojillos más como un derbi festivo que como un enfrentamiento con un triple en juego. Más complicado por la entidad del contrario, el triunfo frente al Real Madrid de hace prácticamente dos años también vino facilitado por el hecho de que los merengues ya no tenían nada en juego, tras haber sucumbido a la primera campaña de reinado del Barcelona, dirigido en su primer año por Pep Guardiola.
Ante los de Juan Carlos Garrido puede ocurrir algo similar, dado que los levantinos ya tienen la cuarta plaza asegurada -jugarán la previa de Champions- y no tienen opciones de alcanzar al Valencia ni de verse superados por el grupo de conjuntos que pelean por entrar en la Europa League. Así pues, es más que probable que los amarillos lleguen a El Sadar pensando más en las vacaciones que en otra cosa, pero por si acaso, Osasuna deberá dejarles muy claro desde los primeros compases del encuentro que son los rojillos quienes se juegan la vida este sábado. N.M.
