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CRíTICA ópera

¿Cómo puede parecer insuficiente?

Mikel CHAMIZO

Lucia de Lammermoor” es una ópera de culto sobre la que se debate más de la cuenta. Tratándose de uno de los títulos señeros del repertorio belcantista, abona el terreno para establecer comparaciones entre cantantes desde un punto de vista puramente técnico, un horrible pasatiempo de muchos operófilos que a veces raya en la perversión. Nada más terminar la representación del sábado ya había quien decía que Damrau no es una verdadera belcantista como Gruberova, que Fabiano hace gala de una técnica imperfecta a lo José Carreras o que la voz de Tezier es demasiado multicolor al pasar de un registro a otro. Paparruchas. Una “Lucia” como la que se está escuchando estos días en Bilbo, con un reparto de cantantes que funciona tan bien y habida cuenta la escasez actual de voces belcantistas y la extrema dificultad de esta ópera, es un lujo asiático. Porque no estamos en Nueva York ni en Milán, estamos en Bilbo, y lo que en el Met o en La Scala hubiera sido algo muy notable, en Bilbo es sencillamente extraordinario.

De Diana Damrau lo único que se pudo echar en falta fue algo más de proyección y de brillantez en los agudos. Por lo demás, no se puede cantar mucho mejor de como ella lo hizo en la escena de la locura, y desde luego no se puede actuar más y con mayor intensidad. Fueron unos minutos hipnóticos, y al que casi los arruina con su teléfono móvil deberían capturarle y colgarle de los pulgares sobre el escenario durante las siguientes representaciones. El tenor Michel Fabiano debutaba en ABAO y la sorpresa fue mayúscula: preciosa voz y arrebatado actor, con un agudo un pelín tenso, pero que, en el trágico “Tu che a Dio spiegasti l'ali”, cantado en el suelo junto el cadáver de Lucia, otorgó todavía mayor emoción a la escena. Se llevó una ovación de las que jamás se oyen en Bilbo. Ludovic Tezier, con una voz que corría perfectamente por todo el Euskalduna, cantó con sobresaliente, pero, sobre todo, fue un Enrico malísimo e inhumano hasta dar rabia. Y Órfila, como Raimondo, a pesar de algunas rarezas en su canto, firmó también una actuación llena de intensidad, especialmente hacia el final. El coro estuvo bien, la Orquesta de Navarra muy bien y el director, Carlo Montanaro, muy eficiente con las necesidades particulares de este repertorio belcantista. La puesta en escena de Sagi fue sobria, elegante y efectiva. En fin, que se trató de una “Lucia” de un nivel general altísimo. Y esas “Lucias” no se encuentran fácilmente, tampoco en Milán o Nueva York.

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