Te escribo, querida, al objeto de expresarte mi apoyo. Por lo que representas, justo lo contrario a la Pamplona gris con aspecto de patio de El Corte Inglés. Con sus cubos conceptuales por aquí y sus cubos no tan conceptuales por allá.

Con su beato Juan Pablo II al Este, pegando a Santa María la Real y su Sagrado y sangrado corazón de un tal Jesús un poquico más al Norte, cerca del monumento a los caídos por Dios y por España, ¡sí hombre, sí, donde Conde Rodezno! En el Sur la santa universidad llamada «de Navarra», fundada por San Josemaría. Con los barrios de San Juan y San Jorge hacia el Oeste. Hasta tal punto está la teocracia afincada en la vieja Iruña que hasta los policías reparten hostias por orden de Santa María.

Aburrido ya de la orgía continuada del «con dios me acuesto, con dios me levanto, con la virgen María y el espíritu Santo» (el hijo al parecer no es partidario), ansío una revolución siquiera estética. Un cambio en las maneras y las formas para la relación ciudadanía/representación.

Porque nunca hablarás como ellos, mediante ese continuo parloteo a la manera de fonemas carentes de significado. Porque de cada dos palabras que dicen en el espacio público tres son mentira (aunque sospecho que sus vidas privadas y sus relaciones son tan falsas como su imagen en los carteles electorales).

Porque tu práctica política estará dirigida al servicio de la colectividad al ser así la ética de los tuyos. Porque eres preciosa, mi voto es tuyo, Irati.