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La dependencia televisiva

Mikel INSAUSTI

Crítico cinematográfico

Hay productores que se están tomando demasiado al pie de la letra la impresión generalizada de que el futuro del audiovisual es un todo y que cada vez las realizaciones para cine o televisión se diferencias menos entre sí.

Pero una cosa es lo que está por venir y otra, bien distinta, lo que sucede ahora mismo. La crisis hace que el cine, como sector de riesgo que es, se resienta más que ningún otro. Por eso, se busca en la pantalla grande la rentabilidad procedente del medio televisivo.

En mi opinión, tan coyuntural estrategia es pan para hoy y hambre para mañana. Aunque la mayoría de veces el fiasco es instantáneo, como en el caso de «No lo llames amor, llámalo X». La reunión de guionistas e intérpretes de series de humor televisivas no siempre funciona en el cine, y a las pruebas me remito, porque basta con pensar en el fracaso de la versión cinematográfica de «Águila roja».

Quienes salen más perjudicados son los que ponen la cara, esos cómicos a los que explotan en función de la popularidad pasajera de sus rostros. El desastre de «¿Estás ahí?» no hace ningún favor a las carreras de nuestros Gorka Otxoa y Miren Ibarguren fuera de la televisión.

El mismo peligro corren los profesionales de la interpretación cuando la operación de desgaste es a la inversa. El más claro ejemplo lo tenemos en Óscar Jaenada, alrededor de quien se ha montado la serie «Piratas», rechazada por la audiencia. Querían aprovechar el tirón de su participación en el éxito de Hollywood «Piratas del Caribe: En mareas misteriosas».

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