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NÁLISIS | ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA

Experiencia en gestión de situaciones de crisis

La izquierda abertzale ha regido muchos municipios y solo han podido echarla prohibiéndola. Y aunque la sustituyó el eficaz y responsable PNV, los vecinos volvieron a votarla en cuanto pudieron.

Iñaki IRIONDO

Las acusaciones de falta de capacidad de gestión que el PNV lanza contra «la amalgama» de Bildu parece estar más relacionadas con los miedos instalados en el EBB que con la experiencia de lo que ha ocurrido en la historia de este país.

Parece que hay nervios en Sabin Etxea. Serán las encuestas. Esas que se siguen haciendo pero ya no se pueden publicar. Iñigo Urkullu pide «voto útil, voto válido, voto por la certidumbre, voto por la confianza». Lo hace frente al «extremismo revolucionario, los campeones del no, sin proyecto, ni compromiso ni programa en positivo para la Euskadi real». Asegura que «el momento exige experiencia en positivo, capacidad, proyecto, saber hacer y rigor. El curriculum de Bildu está en blanco, los programas de la izquierda abertzale ya los conocemos». Y eso que el propio presidente del EBB dice que «no creo que, en el fondo, sean muchas-muchos quienes quieran que sea esta amalgama la que administre el dinero público, que sea la que se encargue del gobierno y la gestión del día a día de ayuntamientos y diputaciones».

Pues si tan pocos van a ser los que confíen, demasiado tiempo ha empezado a dedicarles en sus intervenciones. ¿Cosquillas en el estómago? ¿Hormiguitas en forma de %, +, - , >, fl y ¤?

Pero lo que llama la atención es esa duda que Iñigo Urkullu y tantos otros interesados tienen sobre la capacidad de los candidatos de Bildu para hacer gestión del día a día de los ayuntamientos y las diputaciones. Habría que recordar que algunos importantes municipios, sobre todo en Gipuzkoa, han sido gestionados históricamente por la izquierda abertzale y sólo ha habido dos formas de desbancarlos del gobierno: La unión de todos los demás partidos en aquellos tiempos del Pacto de Ajuria Enea o la prohibición de que sus listas pudieran participar en las elecciones. Es más, hay un detalle muy significativo. Cuando por una razón o por la otra la izquierda abertzale fue desalojada de la alcaldía y sustituida, por ejemplo, por el PNV, la ciudadanía volvió a confiar en ella en cuanto se restituyó la igualdad de condiciones y el respeto a la voluntad popular. Debe ser, por lo tanto, que no sólo se dedican a ser «los campeones del no» ni lo hacen tan mal.

En cuanto a la gestión de situaciones de crisis, incluso extremas, pocas lecciones se le pueden dar al «extremismo revolucionario». Sirva como muestra que ha sabido mantener su estructura política y organizativa e, incluso, colocarla al final en posiciones de ventaja después de ocho años de ilegalización, sin sedes ni presupuesto, con la dirección policialmente acosada y periódicamente encarcelada. Seguro que no son pocos los que consideran que eso es una muestra de «experiencia en positivo, capacidad, proyecto, saber hacer y rigor».

Pero, además, esa «amalgama de gentes» que desprecia Urkullu ha sido capaz de componer listas para casi toda Euskal Herria a pesar de no poder contar con 40.000 potenciales candidatos porque el Estado español los considera «contaminados». Eso demuestra una enorme penetración social, generación de ilusión en el proyecto y gran capacidad de compromiso. ¿Hubiera sobrevivido el eficaz PNV sin sedes ni presupuesto? ¿Hubiera podido hacer listas sin contar con los 40.000 militantes más cercanos?

Pero hay más, gentes de ese sector social que para Urkullu tiene el «curriculum en blanco» fueron capaces de poner en los quioscos un periódico al día siguiente de que se lo cerrara el Gobierno de José María Aznar. Sin redacción, sin agendas, sin apenas teléfonos, pero con mucha solidaridad, mucha ayuda popular de la de «para lo que haga falta», y la convicción del egingo dugu. Y lo han mantenido años en medio de todas las crisis. ¿Quieren que recordemos qué consejo de administración de qué otro diario nos negó la rotativa aquella noche del 15 de julio de 1998? Por cierto, el director y la subdirectora de aquel periódico clausurado y varios miembros de su consejo están todavía hoy en la cárcel, pero seguro que no han perdido el humor y el lunes los verán en el patio «cantando y bailando `La Internacional', gritando con el puño en alto». Probablemente una actitud muy distinta a la que adopte José María Bravo, ex director de la oficina de Hacienda de Irun, después de que sea juzgado.

Cabe concluir que lo que al PNV le preocupa no es la falta de capacidad de gestión de Bildu, sino precisamente la gestión que puede hacer si llega a la Diputación y a más ayuntamientos. Quizá le preocupe que no se propicie tanto el cemento, que dicen que ofrece suculentos rendimientos al nosecuántos por ciento. O que se haga un gobierno más transparente con una participación directa de la ciudadanía. Hablan de encuestas y hablan de nervios.

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