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Campaña en la calle

Gemma UBASART i GONZÁLEZ Doctora en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)

El pasado 7 de abril 10.000 madrileños sorprendieron las grises calles de la ciudad llamados por la plataforma «Jóvenes sin futuro». La convocatoria se difundió eficazmente por las redes sociales, llegando más allá del círculo activista. Su tabla reivindicativa era sencilla y ágil de comunicar. «Somos conscientes de que las medidas de salida a la crisis se han caracterizado por un constante recorte de nuestros derechos así como por una socialización de las pérdidas»; «pretendemos ser motor de cambio que hasta el momento parece que no va a ser abrazado por la clase dirigente». Radicalidad democrática, en forma y contenido.

En la red también han ido surgiendo otros nodos organizativos/expresivos, quizá más virtuales y menos «clásicos». Malestar.org organiza cada viernes concentraciones en diversas ciudades. «Nolesvotes» hace una llamada al voto responsable para el 22-M, con origen en la polémica Ley Sinde y de crítica al PSOE, PP y CIU. «Democracia Real Ya!» alberga de manera informal estas y otras muestras de indignación. Convocó el pasado domingo movilizaciones en 60 ciudades del Estado, con una participación de 130.000 personas, bajo el lema «no somos mercancía en manos de políticos y banqueros». Desde el lunes se están autoorganizando acampadas ciudadanas, las más numerosas en Madrid y Barcelona. La intención es resistir hasta el domingo, desafiando a la Junta electoral y los responsables del «orden público». La campaña electoral, pues, se juega también en la calle.

El espíritu de Tarhir irrumpe. Componentes espontáneos y de desbordamiento institucional (también de partidos y sindicatos) se identifican en estas movilizaciones, aunque nadie se atreve a predecir continuidad e impactos. Conviene recordar que no han sido las únicas protestas en periodo electoral. En Catalunya desde que el gobierno de CIU anunció un importante paquete de recortes sociales -en educación, sanidad y asistencia social- se han multiplicado las movilizaciones. El acto más visible y masivo fue la manifestación del pasado sábado en Barcelona, convocada por sindicatos y 200 entidades sociales y ciudadanas. Y en Euskal Herria, la lucha por la normalización de la vida política del país ha puesto en pie de guerra a personas de izquierdas y soberanistas; así como también ha tejido importantes alianzas de solidaridad.

Distintas expresiones de descontento, un abanico de múltiples subjetividades, repertorios y reivindicaciones. Algunas conectadas y coordinadas, otras solapadas, unas pocas contrapuestas. Muestras de desafección en la clase política pero no en la política. El reto de la organización y la politización de este desencato no puede ocultarse. La disrupción abre posibles recorridos en este sentido, aunque deberá apostarse por un tipo de organización horizontal y que respete la pluralidad, así como por discursos políticos y estructurales pero no identitarios. Necesitamos respuestas emancipadoras a las preguntas que están en la calle. Es urgente la construcción de alianzas amplias, para defender libertades sociales y nacionales en la calle e instituciones. Porque no toda política se hace en las urnas. Porque en las urnas también se hace política; puede hacerse otra política.

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