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Ainara Lertxundi Periodista

Una más en el negro historial de la OTAN

Dos bebés tendidos sobre una sábana de tela. Un grupo de hombres sujeta sus cuerpos inertes. Sus ojos rugosos y cansados parecen acostumbrados a los horrores de la guerra y a las trágicas consecuencias de una ocupación que se prolonga en el tiempo. Ésa es la foto que ha dejado este fin de semana uno de los tantos bombardeos de la OTAN en Afganistán. Las bombas aliadas, bautizadas sarcásticamente como «inteligentes», han matado en apenas dos días a doce niños y una treintena de civiles en las provincias de Helmand y Nuristán. El comandante en jefe de la misión de la OTAN en el país asiático, John Toolan, afirma en un comunicado que «la coalición se toma muy en serio cada herido o muerte de civiles y tratará de prevenir en el futuro este tipo de incidentes». En el texto expresa sus «sinceras disculpas a los familiares y amigos de los muertos». Pero, inmediatamente después, justifica el bombardeo sobre dos viviendas ocupadas por civiles aludiendo a un ataque talibán, en el que supuestamente murió un marine. Unas ¿disculpas? frías y carentes de todo, que no ayudan a poner fin a tanto sufrimiento ni atajan la impunidad.

En marzo de este mismo año, el entonces comandante en jefe de la ISAF, David Petraeus, también se vio obligado a dar momentáneamente la cara por el fallecimiento de nueve niños en la provincia de Kunar. La falta de «precisión» fue tal que hasta el presidente afgano, Hamid Karzai, reclamó a la OTAN que deje de provocar «muertes diarias» de civiles. Los hechos, sin embargo, evidencian el escaso impacto que tuvieron estas palabras en las tropas occidentales.

Una rápida búsqueda en internet muestra la cadena de «errores» de la OTAN. A principios de agosto de 2010, Petraeus dijo: «Toda muerte de un civil afgano va en contra de nuestra causa». Días después de tan solemne declaración, 25 afganos fallecieron en un ataque aéreo en Nangarhar cuando iban a un funeral. Civiles pagan los rigores de una intervención decidida en fríos despachos a miles de kilómetros. Sus vidas no cuentan en la maraña de intereses que envuelven esta guerra.

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