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Derivadas geopolíticas de la epidemia de E.coli

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

Desde el desconocimiento de la bacteriología, y mientras los expertos buscan su origen, la crisis provocada por la bacteria E.coli presenta derivadas geopolíticas.

Que la epidemia, probablemente de origen alimentario, haya sacudido el corazón del mundo desarrollado enciende muchas alarmas y destierra esa idea que vincula exclusivamente intoxicaciones a países empobrecidos.

Y que Alemania, epicentro de la crisis, haya sido hasta el momento incapaz de rastrear sus huellas sorprende y desazona más, si cabe.

En este punto, ha pasado prácticamente desapercibido el hecho de que haya sido un laboratorio chino el que, en tan sólo tres días, haya completado el análisis del genoma de la bacteria asesina.

Pero aún hay más. La precipitación con la que las autoridades de Hamburgo apuntaron como responsables a los pepinos españoles y holandeses deja en evidencia que la UE no es ni siquiera un mercado unido sino una unión de mercados. Una unión de estados en la que el «ha sido ése» es la norma.

Pero aún hay más. Desestimada la tesis del «pepino asesino», y en vista de que sigue sin identificarse el alimento que ha provocado la epidemia, Rusia ha decidido aplicar el principio de precaución prohibiendo la importación de toda verdura procedente de la UE.

Bruselas ha montado en cólera. Pero cabría preguntarse cuál habría sido su reacción si la epidemia hubiera tenido su epicentro, pongamos en San Petersburgo.

Europa ya no es lo que era -recuerden la crisis aérea provocada por el volcán islandés hace un año-, China está ahí y los rusos son rusos, pero no tontos.

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