Fede de los Ríos
Ética y alpinismo español, una redundancia
Juanito, el espalda plateada, macho alfa de la camada de los paseantes por el Himalaya, había declarado que a la holladora de las catorce cimas de los ochomil se le había ido la olla. A él no lo rescata ni Dios y menos una mujer
El conquistador del quinto coño, Juanito, nominó a la fotogénica Edurne para que fuese excluida del gran hermano de los himalayistas y ésta fue a quejarse al confesionario. Porque ahora las confesiones, antaño en privado entre el individuo y un representante de Dios en la tierra, hoy son, como las encíclicas de los sucesores de Pedro, urbi et orbi. Vamos que te enteras aunque te importe la casa cuna de la simpática Escherichia coli, o sea, un pepino.
La chica Endesa, la que ofrece su cara más sexy para la revista Elle; confiesa en «Vanity Fair» «haber estado agobiadísima, preguntándose qué iba a pasar cuando ya nadie, ni los medios de comunicación se acordaran de ella»; la que tan femenina posa para «Vogue», que no consiguió el Príncipe de Asturias pero sí el premio Cosmopolitan; la de «estosóloloarreglamosentretodos.org» (refiriéndose a la crisis económica creada por unos pocos), con voz quebrada, ha dicho: «Las críticas que me ha dedicado Juanito hacen mucho daño al alpinismo español».
«Lo que ha pasado estos días me da dolor, mucho, mucho dolor, porque ni el deporte ni la montaña son así. Estamos dando una imagen muy mala aquí y fuera de nuestro país. El deporte debe transmitir unos valores muy distintos. Esto hace mucho daño al alpinismo español, que no es así», y añade, «los españoles tenemos mala fama, siempre estamos con follones».
Juanito, el espalda plateada, macho alfa de la camada de los paseantes por el Himalaya y la cordillera andina había declarado, con su habitual contención y prudencia, que a la holladora de las catorce cimas de los ochomil se le había ido la olla. A él no lo rescata ni Dios y menos una mujer.
No nos dice Edurne los valores transmitidos por el alpinismo español, ni si son diferentes a los de otros alpinismos como el bereber, el vasco o el finlandés, pongo por caso. Ni si dichos valores cotizan en bolsa como su sponsor Endesa, tan respetuosa del medio ambiente. ¿Acaso se refiera, la alpinista española nacida en Tolosa, a valores determinantes en la conducta moral de las gentes y, por ende, del tejido social en el que viven? Posiblemente sea esto. Porque el deporte, una vez profesionalizado, dejó de ser juego, y los poderes lo hicieron arquetipo, modelo a seguir. Esfuerzo, sacrificio y éxito, la tríada de la competición. Los más aptos triunfan, los demás de limpiabotas. Qué sería de nosotros, pobres mortales, sin los valores transmitidos por deportistas españoles como Edurne o Juanito o Cristiano Ronaldo o Fernando Alonso o el difunto Seve Ballesteros o el mismo Mourinho, español sobrevenido. Sin el ejemplo de los citados y otros tantos deportistas, nuestros jóvenes y nosotros mismos nos veríamos abocados al caos que conlleva la pérdida de valores (como bien denuncia Rouco) y el sentido transcendente de nuestras vidas se ahogaría en el mar del hedonismo que facilita el juego frente a la competición. Por eso España entera implora una próxima reconciliación de Juanito y Edurne. Aunque sea, hacedlo por los niños españoles. Los vascos ya no tenemos remedio.