IÑAKI PERURENA | Premio Manuel de Irujo
«El premio es mérito de la piedra. Ella me encaminó a conocer a mi pueblo»
Perurena fue el mejor levantador de piedra de todos los tiempos. Y también poeta, actor, escultor y carnicero en Leitza. Ante todo, es un hombre de pasiones, entre ellas, destaca su pasión por el pueblo del euskara. Por defender ese pueblo, recibió ayer en Lizarra el premio Manuel de Irujo.
Aritz INTXUSTA | LIZARRA
¿Cómo sienta el premio?
Cuando me llamaron, les pregunté por qué. Yo les decía: «Vamos a ver, pero si así como yo, hay mucha gente que va haciendo sus cosas, mucha gente que está en el anonimato, trabajando a cambio de nada». No hubo forma. Creo que los anónimos son quienes tienen el mérito. Yo soy un simple harrijasotzaile. La piedra ha sido mi pasión. Llevo toda la vida levantando la piedra y punto. Levanto piedras porque me gusta. Así que, no sé qué decir sobre el premio, cuando me lo comunicaron quedé como ruborizado. Ya no soy joven, pero hay gente que aún es más mayor y que lo ha dado todo por el euskara. Pero, al final, insistieron en que tenía que ser yo. Y venga, pues que sí, que lo cojo. Estoy muy orgulloso.
La gente anónima ha hecho mucho por el euskara. Pero se agradece también un rostro conocido que lo defienda.
Yo creo que es mérito de la piedra. La piedra me ha puesto en el camino de poder conocer a mi pueblo o, al menos, a intentarlo. Hay que poner un empeño en conocer a tus padres si no sabes quiénes son. ¿Qué menos? Las versiones sobre nuestra gente que nos han llegado dejan mucho que desear. Por eso, conocer la auténtica realidad es lo mínimo que podemos hacer.
¿A través de la piedra? ¿Cómo se relacionan los vascos y las piedras?
Un harrijasotzaile, la levanta. Un cantero conoce a la piedra cuando la talla y un escultor, cuando la esculpe. Pero un poeta se relaciona con ella cuando le canta. Pienso en Aresti y en «Harri ta herri». Para mí, la piedra es mi mundo y el mundo es de piedra para mí. La piedra me ha llevado al hacha del neolítico, al crómlech, al castillo destruido y a ¡tantos otros sitios!
El Manuel de Irujo es casi un premio de resistencia. ¿Qué queda por recuperar?
Lo primero de todo: nuestra auténtica identidad y, también, un poco de nuestra estima. Cuando ahora tratamos de recuperar algo de estima o de identidad, enseguida viene la crítica de que nos creemos el ombligo del mundo. Para nada. Simplemente, en este planeta, donde hay miles de culturas y pueblos, nosotros somos uno más y queremos mantenernos. Luego te dicen que hay miles de lenguas en peligro de extinción, y que el euskara está entre ellas. Es cierto que, para vivir, sólo hace falta comer. Pero es una pena perder esa gran riqueza. Si, encima, somos el último resquicio de la vieja Europa, Europa entera debería darnos su reconocimiento. Al final, debemos ser conscientes de que nadie nos viene a ayudar y de que, si no somos nosotros los que nos concienciamos, lo tenemos complicado.
Mucho por hacer y ni siquiera en toda Nafarroa se puede estudiar euskara.
Más que eso. Hay que tener un poco de conciencia de qué es eso de Euskal Herria. Fuera del Zazpiak Bat hay toponimia euskara. Nuestra cultura pirenaica llegaba hasta el valle de Aran y la toponimia nos permite seguir la pista. Pero poco a poco eso se fue reduciendo. Lo importante es que deje de reducirse cada vez más. Nos van a borrar. Hay que incidir en Nafarroa, en Landak, en Bureba, en Huesca...
Usted no pone fronteras.
No lo sé. Quizá son inevitables. Las fronteras son el embalaje y hay quien reivindica sólo el embalaje. A mí lo que me importa es el jarrón. Eso sí, ese jarrón lo quiero entero. El embalaje sirve para que el jarrón no se rompa. A lo mejor, una estructura soberana independiente puede ser un buen embalaje.
autoestima
«Lo primero de todo, hemos de recuperar nuestra identidad y, también, un poco de nuestra autoestima»
«Quizá las fronteras sean inevitables, pero son el embalaje. A mí me importa el jarrón, que no se rompa. A lo mejor, la independencia sería un buen embalaje»
No me resisto a preguntar por la catapulta de Peru Harri.
La he construido porque, siendo Peru Harri un lugar de piedra, la catapulta lanza piedra contra piedra. Además, los ángulos que utiliza la catapulta trabuquet y los ángulos de palanca de la técnica que ideé como harrijasotzaile son similares. En último término, la catapulta es fantasía. A los niños les encanta ver cómo lanzo la piedra. Y los vascos vamos a necesitar a esos niños y esa fantasía.
¿Quiere lanzar un mensaje, en plan pedrusco, ahora que ha recibido el premio?
El mensaje es que deberíamos preocuparnos para que el pueblo del euskara pueda subsistir. ¿Para qué quiero yo Euskal Herria si el pueblo del euskara ya ha dejado de existir?
¿Cree que ése es un peligro real?
No es que lo crea yo, lo están diciendo las entidades internacionales, que han elaborado informes en los que se incluye al euskara entre las lenguas en peligro de extinción.
¿Sin euskara, el pueblo vasco perdería toda su esencia?
Pienso que no tendría sentido ya. El euskara es la seña más clara de identidad. Hay más señas, no lo niego. Pero sin euskara no le veo yo mucha historia.
A.I.