Raimundo Fitero
Fenómenos incontrolables
Los errores forman parte de la certidumbre. Releo y no me entiendo. Pero las excepciones van cundiendo tanto que las reglas se confirman por el error de cálculo. Las audiencias más extraordinarias las aportan eventos futbolísticos que parten de una contextualización propagandística que los hace ineludibles. Fuera de esta excepción reglada, toda la otra regla imperante de captación de audiencias es fruto, como los goles, de los errores del contrario. Desde que el mando a distancia es una animal de compañía y defensa, la fidelidad es un requerimiento emocional. Lo notarial es que acudimos allá donde nos place y eligiendo a cada segundo.
Todo lo anterior viene a intentar introducir un fenómeno: la película Pretty Woman, pasada en cadenas estatales en los últimos años en quince ocasiones, logra unas audiencias superiores a la media. La última vez, el pasado fin de semana, logró más de tres millones de telespectadores, lo que es, en estos momentos, una cifra descomunal, un auténtico fenómeno de masas. Y si la han pasado tantas veces, si siempre ha logrado tan buenas audiencias, significa que una inmensa mayoría repite. Porque el crecimiento vegetativo no es tan amplio. Los niños que se han convertido en jóvenes susceptibles de interesarse ahora por esta película acaramelada, no llegan a esas cifras, por lo que se pueden hacer unas cuantas conclusiones.
La principal es que las audiencias son conservadoras, o que el programador tiene mucho olfato y cuando el fútbol aprieta, las elecciones dejan resaca y el agobio económico dilata, una película fiable, conocida, amable, acariciadora, siempre puede apetecer. Y si te la ponen, es decir, si no debes elegir mucho, pues la ves. Y le encuentras nuevos detalles. Este análisis simplista de la actitud de alguna parte de la audiencia no siempre es aplicable. Aunque existen series que se repiten hasta la saciedad. Pongamos por caso a «Los Simpson», infatigables. Y aquí de nuevo nos enredamos entre la regla y la excepción. Porque si existiera una seguridad infalible, todos se amontonarían con las mismas ofertas. Lo que ofrece la competencia marca el juego y decanta una buena parte del porcentaje.