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Carlos GIL Analista cultural

El oráculo

 

El silencio es devoción o sarcasmo. Expectativas de cambio sin recambio. A ti te pregunto: ¿Tenemos algún plan? La remodelada Alhóndiga de Bilbo, presentada como un signo de la modernidad arquitectónica, del diálogo entre el pasado y el futuro, un concepto de hacer ciudad a base de edificios singulares por su coste, ha cedido de manera infame su espacio escénico a Arturo Fernández, el recalcitrante modelo del machismo de seda. Pero yo te pregunto a ti, por si acaso llegas a dirigir los destinos culturales de tu ciudad, de tu herrialde: ¿Tenemos algún plan o seguiremos la bochornosa inercia hacia la banalidad perfumada?

El silencio es emoción o complicidad. Consultemos al oráculo por si acaso el tarot es más fiable que la experiencia. No leo en las estrellas, ni escucho los posos del café, pero auguro que tras la noche puede venir la noche más larga.

La txalaparta como lenguaje que atraviesa la era, sube a la industria y acampada en la esperanza se simboliza en un instrumento de cristal. La fragilidad de la cultura expuesta a las tormentas del mercado y a las manos de los amasadores de dogmas, es el signo de la ansiedad.

No encuentro el tono. Un desencanto cultural más nos puede colocar mirando al pozo de las culebras dudando en saltar de pie o de cabeza. Miedo. Volver a explicar el abecedario, sufrir a los iluminados, despiojar y quitar el pelo de la dehesa infranqueable de la cultura de tocador o de cliché. Que suenen las trompetas del apocalipsis, que los truenos precedan a los rayos y que alguien conteste: ¿Tenemos un plan? El silencio es oscuridad o mal presagio.

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